“Acabamos nuestros años como un pensamiento”
(Salmo 90:9 a)
Hemos sido creados por Dios para tener comunión con El. Al vivir separados de El solo se experimenta un profundo vacío y aterradores temores. Añadido a esto está la triste realidad de que la vida es breve e incierta; es breve: “Acabamos nuestros años como un pensamiento” (Salmo 90:9 a) Con solo mirar atrás y ver el camino recorrido, confirmamos que tan fugaz como un pensamiento así es nuestra presencia terrenal.
Y no solamente es efímera, también es incierta: “No te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día.” (Proverbios 27:1) El futuro es inseguro, ningún ser humano tiene control sobre él.
La vida es complicada, es una enredada matriz de fuerzas, eventos, personas y circunstancias sobre las que en realidad no tenemos ningún control, haciéndose imposible que alguien pueda asegurar el futuro. A pesar de eso, algunos piensan que son dueños de su futuro con un absoluto control de su vida. Lamentablemente, junto con semejante actitud arrogante está el ignorar a Dios y a su voluntad soberana. Santiago nos presenta un buen ejemplo: “¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.” (Santiago 4: 13- 14) Estas personas habían planificado jactanciosamente su futuro. No está mal hacer planes, el problema está cuando se deja a Dios fuera de ellos. La vida es breve, transitoria como la neblina en la mañana que pronto se desvanece. Cuán necio es, en vista de tal fragilidad humana, hacer planes y vivir sin considerar a Dios y sus propósitos. ¡Hoy uno puedo estar vivo y en los próximos segundos irse de este mundo a la eternidad!
¿Captaste el mensaje? Vive de espaldas a Dios, aleja a Jesucristo de tu vida y nada en absoluto tendrá sentido. Te estarás moviendo como un viejo auto al que se le agota el adulterado combustible de su tanque, en cualquier momento se puede detener y mientras logra andar lo hace con gran dificultad.
La solución al problema humano es reconocer que necesitamos a Dios, Jesucristo es el remedio de Dios para nuestra condición perdida. Deja de andar por tus caminos errados, ven a Cristo definitivamente. Recuerda, la vida es como un pensamiento.
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