“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias.”
(Salmo 103: 3- 4)

Un corazón agradecido por lo que uno si tiene, en vez de quejas por lo que no tiene, abre la llave a esta fuente inagotable de gozo que proviene de Dios.

Una actitud de gratitud tal vez no cambie nuestras circunstancias pero con toda seguridad nos cambiará a nosotros. Y cuando cambiamos de actitud, a menudo cambian las circunstancias.

Una de las razones principales por la cual los israelitas no entraron en la tierra prometida fue por su murmuración. ¡Por sus continuas quejas! El quejarnos, aparte de ser un pecado que ofende a Dios, también es una garantía de que la vía que lleva hacia el gozo del Señor quedará cerrada.

El salmista dijo: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias.” (Salmo 103: 2-4).

No nos podemos quedar tristes cuando comenzamos a expresar gratitud a Dios por la salvación que nos ha dado. Así como la razón principal de la Fiesta de la Pascua era para recordar al pueblo de Israel como el Señor les había sacado de la esclavitud en Egipto y les había llevado a la tierra prometida, de igual manera, es necesario que recordemos continuamente de donde el Señor nos sacó. Aun la persona más “decente” estaba perdida sin Cristo y destinada a un infierno seguro. Cuando empecemos a RECORDAR nuestro pasado y que ahora estamos “sentados en lugares celestiales con Cristo” (Efesios 2: 5, 6) el gozo inefable y glorioso inundará nuestra vida.

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