¿Quién no ha necesitado algún consejo en su vida?
Es sabio buscar un buen consejo y de igual manera es inteligente encontrar un buen consejero. A todos nos hace falta ese oído dispuesto a escucharnos y esa voluntad decidida a ayudarnos. Alguien que no solo nos oiga, sino que nos escuche. Oír es algo que se puede hacer mecánicamente, escuchar requiere toda la intención. Es decir, alguien que no solo escuche el sonido de nuestras palabras sino el mensaje que decimos con ellas.
La Biblia nos dice: “Los labios del justo saben hablar lo que agrada; Mas la boca de los impíos habla perversidades.” (Proverbios 10: 32)
El buen consejo debe contener siempre la verdad de Dios acerca de nosotros y del asunto que nos preocupa, el buen consejero querrá para nosotros lo que Dios quiere y no lo que sus “brillantes ideas” puedan sugerirle. Esos son “los labios del justo que saben hablar lo que agrada”.
Entonces, de hecho es descartable un incrédulo como consejero, tampoco es prudente pedir consejo a un cristiano que no esté viviendo en una correcta relación con Dios.
A quien vas a escuchar ¿a los labios del justo o a la boca de los impíos? Se muy selectivo al buscar apoyo, recuerda siempre que hay malas consecuencias en recibir un consejo nocivo.