“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.”
(1 Corintios 10: 31)

En nuestra evaluación personal necesitamos aprender a ir más allá de nuestras acciones y mirar las motivaciones. Las acciones las podemos definir fácilmente. Son actos, ya sean negativos o positivos. Pero lo principal es el motivo lo que capta la atención de Dios. Debemos preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos. Somos personas complejas y tenemos motivaciones mixtas para casi todo lo que hacemos. Y repito, a Dios le interesan mucho las motivaciones que impulsan nuestras acciones: “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus” (Proverbios 16: 2)

El apóstol Pablo nos exhorta a tener la motivación correcta en todo lo que hacemos:

“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él… Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. ” (Colosenses 3: 17; 23-24)

“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” (1 Corintios 10: 31)

¡Qué importante es estar correctamente motivados en todo lo que hacemos! Un profundo amor y una inmensa gratitud hacia el Señor Jesucristo debe ser la gran motivación de todos nuestros actos de servicios. A un amor así solo le preocupa la gloria de Dios.

Si es Cristo nuestra razón de vivir y la gloria de Dios nuestra prioridad, entonces todo lo que hagamos estará correctamente motivado.

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