“El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.” (Proverbio 13: 3)
“En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente.”
(Proverbios 10: 19)

Hay personas que parecen padecer lo que podría llamarse “el síndrome del charlatán” Son aquellos que hablan, hablan y parecen no tener la intención de detenerse. Los que le escuchan se sienten tentados pedirles “Fulano cállate, por favor cállate ya” Pero por tacto uno prefiere guardar silencio y continuar soportando estoicamente semejante tortura.

Entiéndanme, no me estoy refiriendo a alguien que viene con una inmensa carga y necesita compartirla, estoy escribiendo sobre personas que no suelen preocuparse de los demás, de si tienen tiempo o no para escucharle, a ellos les encantan oír su propia voz, experimentan un placer narcisista en escucharse a sí mismos indiferentes al malestar que puedan producir a otros. Estas personas son habladores crónicos pero muy malos oyentes. Se olvidan que la misma naturaleza nos enseña que el escuchar es algo prioritario, alguien dijo:”La naturaleza ha dado al hombre una lengua, pero dos oídos, para que podamos oír a los demás dos veces tanto como hablamos”.

Esta conducta se puede entender en personas que no conocen a Dios, ni a la Biblia pero cuando se trata de cristianos la cuestión debe ser diferente. Sabemos que podemos mostrar amor siendo buenos oyentes, no obstante todo comienza con el autoanálisis, poniendo freno a nuestra propia lengua.

En el libro de Proverbios encontramos estas sabias advertencias: “El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.” (Proverbio 13: 3) Necesitamos dominio propio al hablar, sino cuidamos lo que decimos podemos meternos en problemas. “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente.” (Proverbios 10: 19) Cuanto más hablamos mayores son las posibilidades de pecar.

Haremos muy bien si tomamos muy en serio estas palabras, el mundo está lleno de personas a las que solo les interesa hablar y no escuchar. No seamos nosotros uno más afectado por el síndrome del charlatán para quien el silencio es su peor castigo y el oír a otros una práctica totalmente desconocida.

Comparta!