“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”
(Romanos 8: 18)
La esperanza se levanta en una vida que rehúsa enfocarse en el dolor del presente para contemplar por fe el futuro maravilloso que le ha sido prometido.
Eso fue lo que hizo el apóstol Pablo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8: 18)
Los cristianos tenemos razón para el gozo y la esperanza, no solamente porque sabemos que todas nuestras aflicciones terminarán, sino porque nuestro Fiel Dios nos ha prometido la victoria final.
El profeta Daniel bajo la inspiración divina habló acerca de nuestra gloria futura cuando al referirse a los cristianos como los entendidos dijo que “resplandecerán como el resplandor del firmamento” y “como estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12: 3).
Si solo eres capaz de mirar a tú difícil presente, no podrás seguir adelante, comenzarás a buscar a alguien o a algo a quien culpar transformándote en una persona amargada. O probablemente caerás a lo largo del camino paralizado por la autocompasión.
Levanta tu mirada, hay más para ti, mucho más que lo que hoy puedes ver. Lee estas maravillosas palabras, mejor aún, créelas: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21: 4)
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