“Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. ” (Jeremías 17: 5-6)
Es una pésima decisión cuando el hombre escoge depender de su propia fuerza o confiar en el sistema de valores del mundo que le rodea. La Biblia nos advierte al respecto: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. ” (Jeremías 17: 5-6)
Aquí se describe a un hombre que según las normas del mundo es un triunfador porque confía exclusivamente en sí mismo. Es aquel que opera según el pensamiento de “yo sí puedo y siempre podré lograr lo que me proponga.” Esta es una actitud positiva, atractiva, que estimula a la lucha, que no parece ser mala o peligrosa en sí. El gran problema con ella es que muchos de los que operan según esta filosofía de vida, dejan a Dios fuera. Ellos se consideran tan suficientes que no necesitan a Dios. Y en realidad dice la Biblia que no son más que arbustos del desierto, que moran en sus arideces y en su tierra despoblada.
Separado de Dios el hombre jamás encontrará verdadero significado y propósito a su vida, no importa cuán capaz se crea. En el mismo libro capítulo del profeta Jeremías leemos: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jeremías 17: 7-8) Mientras más cerca del agua se encuentra un árbol, mejor su nutrición. El agua es la fuente de vida física, de la misma manera que Dios es la fuente vida espiritual.
La verdadera felicidad se encuentra en vivir una vida santa. Seremos abundantemente felices si nos mantenemos cerca de Dios a través de su Palabra. Y consecuencia andando en un camino puro, lejos del más mínimo galanteo con la maldad: (Salmo 1: 1-3) Si dejamos a Dios fuera de nuestra vida al poner la carne por brazo, comenzamos a caminar en “el consejo de malos” o el “camino de pecadores” y a sentarnos en la “silla de escarnecedores” automáticamente perdemos el deleite de la santidad. En otras palabras, cuando comenzamos a transigir en nuestros principios, estamos permitiendo que los tentáculos sutiles de la maldad nos envuelvan y nos drenen el gozo y la recompensa que la obediencia trae a nuestras vidas. ¡No lo permitamos!
El secreto del verdadero éxito está en conocer a Dios y permanecer confiando en El en todas las cosas.
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