(Romanos 11:25-29)

Mira un cristiano maduro y verás a alguien donde el dolor le ha depuesto del orgullo, y una clara memoria de donde vino lo mantiene actuando con modestia. Observa a un cristiano arrogante y podrás ver una corta memoria y ausencia de pruebas difíciles, acompañando a un espíritu de superioridad y una actitud crítica.

El propósito declarado del apóstol Pablo con este pasaje es prevenirnos a los cristianos gentiles de no volvernos «arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte» (Romanos 11:25). Para advertirnos, nos revela un misterio, una verdad espiritual anteriormente desconocida. En este caso, es una mirada del futuro de Israel desde la perspectiva de Dios. Lo que le «ha acontecido a Israel» es un «endurecimiento en parte». Lo que significa que una mayoría de israelitas, no TODOS, han sido endurecidos. Así que, ¿por qué asombrarnos ante la actual actitud del Israel incrédulo? ¡Ya fuimos advertidos! Pero por respeto a la Palabra de Dios, aceptemos su revelación de que esta actual era de disciplina para los judíos es temporal, concluirá cuando «haya entrado la plenitud de los gentiles».

Solo Dios conoce la cantidad e identidad de cada gentil que vendrá a los pies de Cristo y ha organizado los sucesos mundiales en torno al tiempo en que creerán. ¿Cuánto durará eso? Solo el Padre lo sabe (Mateo 34:36). Cuando el tiempo de los gentiles se cumpla, entonces «todo Israel será salvo» (Romanos 11:26). «Todo Israel» o el verdadero Israel no está determinado por los números, sino por la fe. Por lo tanto, «todo Israel» y «la plenitud de los gentiles» representan la suma total de los que han aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador.

En ese tiempo futuro, Jesucristo vendrá, tomará el trono de Israel y establecerá una nación que le sea obediente. Vendrá a la tierra como un torrente caudaloso que inundará todo el mundo con su justicia (Isaías 59:19). Aún más, pondrá en efecto la totalidad de las provisiones del nuevo pacto (Jeremías 31:31-34). ¡Esa nueva era será gloriosa! En ese tiempo, los hijos hebreos de Israel recibirán al fin todas las bendiciones de su pacto. Tendrán su Tierra Prometida… ¡toda! Tendrán su Rey, no un rey en la mayo­ría de los casos malo, y a veces justo, sino un Rey perfectamente Justo y obediente.

Tristemente, en el momento presente, la gran mayoría de los judíos son enemigos del evangelio, como pueblo han rechazado la gracia (Romanos 11:28). Pero en lugar de volvernos arrogantes, nosotros los gentiles debemos estar agradecidos por las bendiciones que ahora disfrutamos y que nos llegaron a través de ellos. De hecho, debemos honrarlos por su futuro papel en el plan de Dios de redimir su creación. No podemos ignorar la declaración con que Pablo concluye el asunto: «Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.» (Romanos 11:29).

Nosotros los gentiles no tenemos una herencia decorosa de qué enorgullecernos. No merecemos este lugar de honor, pero es nues­tro por gracia. Por eso Pablo escribió a los cristianos de Éfeso: «Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.» (Efesios 2:13). No podemos olvidar que fuimos injertados en un lugar de honor contra nuestra condición natural (Romanos 11:24) por la maravillosa gracia divina.

Si hay alguien en el mundo que no debe ser presuntuoso ni arrogante es el cristiano gentil. No tenemos superioridad que alegar. Nuestra herencia es bárbara y pagana. Nuestros antepasados no se apartaron de la justicia de Dios porque nunca la conocieron. Hablando espiritualmente, nuestras raíces están podridas. Así que, a los que se creen superiores a los judíos o alardean de su posición pri­vilegiada en el plan de Dios, les digo con el profeta Isaías: «Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados.» (Isaías 51:1). Ese es un buen ejercicio de humildad para los cristianos gentiles… y exactamente lo que necesitamos de vez en cuando.

 

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