“Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera.” (Romanos 11: 1ª) “Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera…” (Romanos 11: 11ª)
El Señor escogió a los descendientes de Abraham. Les hizo la incondicional promesa de darles una vasta franja de tierra entre el mar Mediterráneo y el río Éufrates, limitada al sur por Egipto y que se extendía tan al norte como Asiría (Génesis 13:14-15; 15:18; Deuteronomio 1:7-8; Josué 1:4). Prometió bendecirles y luego bendecir a al mundo a través de ellos. Pero se rebelaron, rechazaron el pacto de Dios a favor de una religión hecha por el hombre. En consecuencia, este rechazo de los judíos pareció poner en peligro el plan de Dios. ¿Cómo puede un Dios justo escoger y bendecir a un pueblo injusto? Todavía muchos permanecen “mareados” preguntándose lo mismo.
Es entonces cuando algunos trataron de “ayudar a Dios”. Impregnados de la antigua filosofía platónica que salpicó a Orígenes, luego a Agustín y que ha llegado hasta nuestros días, enseñaron que la iglesia ha sustituido a la nación de Israel y ahora se levanta para heredar las bendiciones del pacto de Abraham. En otras palabras, los “descendientes espirituales de Abraham” recibirán las bendiciones del pacto en lugar de sus descendientes físicos. Y para respaldar este arbitrario cambio, desechan toda interpretación literal de la Biblia. Es entonces cuando el lector de la Biblia tiene que sustituir mentalmente la palabra “iglesia” donde dice “Israel”. Convirtiendo la interpretación del libro de Apocalipsis (para no mencionar otras partes de las Escrituras) en algo casi imposible.
¡Qué gran error pensar que Dios necesita de nuestra ayuda para cumplir sus propósitos! Dios es real y gobierna llevando adelante su plan soberano. Él es el Dios Todopoderoso y Soberano que controla todas las cosas, nunca improvisa y tiene un plan para su gloria y el bien de sus hijos, que jamás podrá ser estorbado.
Cuando surge la pregunta retórica: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? Pablo responde en efecto diciendo: “En ninguna manera” (Romanos 11: 11ª). Los judíos no han sido descartados para siempre; más bien, habían sido puestos a un lado por un tiempo. Esta pausa en el plan de Dios dio a los gentiles una amplia oportunidad de oír las buenas nuevas y someterse al plan maestro de Dios (Romanos 11:12).
Y cuando se levante esa ceguera y ese endurecimiento de Israel, los hijos hebreos de Abraham estarán en su tierra bajo su propia bandera, exaltando al Mesías, quien reinará como Rey de reyes y Señor de señores. Jesucristo será coronado como líder supremo del mundo en la ciudad de Jerusalén, donde regirá los asuntos de cada país. El conocimiento del Señor inundará la tierra. La justicia de Dios eclipsará las demás influencias. Se levantarán todas las maldiciones. Y Satanás y sus demonios estarán atados y encerrados. Este es el futuro de Israel. Este es el cumplimiento de las promesas del pacto, no una estrecha franja de tierra concedida a ellos por un manojo de diplomáticos. Esto es lo que deben esperar como pueblo. ¡Victoria! ¡Abundancia! ¡Bendición más allá de todo discernimiento! “¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera.” (Romanos 11: 1ª).
Ese siempre ha sido el plan de Dios desde el principio. Él no ha sido tomado por sorpresa. Nuestro Dios siempre sabe lo que hace, el lleva a cabo su propósito, el cual es mucho más grandioso de lo que nuestra mente pueda concebir. Nuestra responsabilidad es confiar, a pesar de nuestras preguntas.
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