(Salmo 46: 1- 7)
El terrorismo continúa siendo un gran enemigo de la humanidad. En la madrugada del sábado, Israel fue sorprendido con un ataque por tierra, mar y aire liderado por el grupo terrorista de Hamás. Israel declaró el estado de guerra después de sufrir el lanzamiento de más de cinco mil cohetes desde la Franja de Gaza y la infiltración de militantes terroristas de Hamás. Tras horas de pánico, las autoridades israelíes declararon el estado de emergencia nacional en todo el territorio e iniciaron una campaña militar aérea contra la Franja de Gaza, lugar que Hamás controla desde 2007. El primer ministro israelí declaró el estado de guerra y afirmó: “la ganaremos”. También, junto a su Gabinete de Seguridad, confirmaron la luz verde a destruir todas las infraestructuras militares y gubernamentales de Hamás y la Yihad Islámica en Gaza. Asimismo, dijo: “Nos encaminamos a una guerra larga y agotadora”. Hoy soldados, policías y civiles son enterrados en todo el país, mientras la nación inicia un proceso de duelo y la guerra continúa. El número de muertos ya supera los 900.
Y muchos hoy se preguntan, ¿cómo pudo Israel ser sorprendido de manera semejante? No podemos olvidar que el terrorismo está siempre aguardando agazapado como una espantosa bestia lista para atacar en cualquier momento. Israel, por experiencia, lo sabe muy bien. Ellos han sido atacados una y otra vez desde la fundación de su Estado, a veces en guerras totales y también de forma incesante por terroristas. Y aunque hacen todo lo posible para mantener la seguridad de sus ciudadanos, las limitaciones humanas siempre afloran.
El terrorismo es sin duda un gran enemigo, pero no el peor. El peor enemigo de Israel y de cada ser humano en particular es el pecado, el terrorismo es uno de sus desagradables rostros. Este es el fruto amargo que el hombre y cada nación de manera general, cosechan por vivir lejos de Dios y bajo la influencia del Maligno quien ha venido para matar y destruir. El envenena la mente y el corazón de los hombres con religiones torcidas e ideas diabólicas.
Por eso la decisión más sabía que todo hombre y nación pueden tomar es volverse al Dios Vivo. David pudo escribir: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah. Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana. Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah” (Salmo 46: 1-7) Estas son las inspiradas palabras de un hombre cuya vida descansaba en Dios. Él era el fundamento de su vida y su seguro refugio.
Dios le prometió a Abraham “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Genesis 12: 3). A través de los descendientes de Abraham, Dios le dio a conocer al mundo Su Palabra. Con las excepciones de Lucas y Hechos, todos los libros de la Biblia fueron escritos por judíos. Y a través de Abraham, Dios entregó a Su Hijo al mundo para escapar de las garras del pecado y la muerte: (Gálatas 3:14). Pero la Biblia registra la respuesta de la mayoría de los judíos al evangelio. Y a pesar de que Israel es hoy una nación mayormente secular e incrédula, sabemos que Dios ha prometido un futuro glorioso para ellos: (Romanos 11: 26-27). Ellos se volverán a Dios, pero hasta que ese día llegue, cada judío sigue necesitando del perdón de sus pecados a través de Jesucristo.
Todo hombre es un ser depravado en su naturaleza. Jesús es el camino a Dios (Juan 14: 6) y quien hace posible vivir una vida diferente en este mundo. Y eso incluye también a cada judío. El peor enemigo del hombre es el pecado, hay que reconocerlo y aceptar el sacrificio de Cristo quien pago por su libertad y perdón.
Solo cuando uno cree en Jesucristo como Señor y Salvador, ha edificado su vida sobre el único fundamento seguro sobre el que se puede descansar. Es entonces cuando estamos dispuestos a escuchar, la poderosa voz de Dios que nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.” (Salmo 46: 10)