(Marcos 14: 3-4)
En ocasiones la persona que más dispuesta está a hablar no es la más espiritual, ni la más sabia, ni la que mejores intenciones puede tener. Cometemos un grave error cuando precipitadamente concedemos demasiado valor a las opiniones de alguien, basándonos simplemente en lo que parece. Necesitamos aprender a discernir las voces que escuchamos, de dónde vienen y con qué intención.
La Biblia nos cuenta que, estando Jesús en Betania en casa de un hombre llamado Simón a quien probablemente había sanado de su lepra, “sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?” (Marcos 14: 3-4). Esta mujer (que Juan 12: 3 identifica como María, la hermana de Marta y Lázaro) tuvo una genuina expresión de adoración y de total devoción a su Señor que muy pronto moriría. Y como consecuencia, se convierte en blanco del enojo y de los pensamientos hipócritas de otros que estaban presentes, soportando sus críticas venenosas.
El evangelio Juan nos dice que Judas fue el instigador: “Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?’ (Juan 12: 4-5) Y nos revela además, la verdadera motivación de su aparente comentario piadoso: “Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.” (v.6) El altruismo de Judas no era, sino una fachada para esconder su avaricia. Como tesorero del grupo estaba robando en secreto para satisfacer sus propios deseos. Hizo un comentario “piadoso”, pero su corazón era perverso. Tan perverso que “entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo [a Jesús].” (Marcos 14: 10) Y penosamente en su comentario hipócrita, Judas arrastra al resto de los discípulos: “Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio?” (Mateo 26:8)
Necesitamos aprender a ir más allá de las fachadas visibles que algunos muestran (incluyendo lo que dicen) y pedir al Señor sabiduría para discernir sus motivaciones. Las acciones se pueden definir con facilidad. Son actos, ya sean negativos o positivos. Pero lo principal es el motivo.
Somos personas complejas y tenemos motivaciones mixtas para casi todo lo que hacemos. Pero solo Dios conoce lo que nos motiva a hablar y a actuar: “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus” (Proverbios 16: 2) El apóstol Pablo nos exhorta a tener la motivación correcta en todo lo que hacemos: “Y todo lo que hacéis, sea de PALABRA o de HECHO, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3: 17)
Y por favor seamos sabios, no permitamos que nos arrastren las falsas representaciones piadosas que algunos continúan exhibiendo como modernos Judas.
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