Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.”  (Apocalipsis 9:20- 21)

Se nos hace difícil entender como el hombre puede permanecer con una actitud rebelde negándose al arrepentimiento. Estar viviendo bajo los golpes del juicio divino y seguir endurecido eligiendo el pecado antes que al Dios Vivo. Esto ha sucedido, sigue sucediendo y sucederá en el futuro. El libro de Apocalipsis, donde Dios nos permite mirar al futuro de la humanidad, nos relata: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.” (Apocalipsis 9:20–21)

Este es uno de los versículos más asombrosos de Apocalipsis. ¿No se esperaría que, para este tiempo los que sobrevivan en la tierra se postren ante Dios clamando misericordia? Pero no, sus corazones inflexibles seguirán duros. Ni guerras nucleares, ni terremotos, ni plagas, ni la gente muriendo con increíble rapidez, quebrantarán a estos impíos. Ellos seguirán rindiéndole culto al materialismo e idolatrando sus posesiones. Envueltos por el engañoso manto de la religión buscarán creencias o experiencias religiosas que mantengan adormecidas sus conciencias. Ellos rendirán culto a los demonios y a sus inútiles ídolos de oro, plata, bronce, piedra, y madera.  A la misma vez que correrán desenfrenadamente hacia: el asesinato, la hechicería, la inmoralidad sexual y los robos.

Durante la tribulación, los asesinatos serán tan comunes que probablemente no se informarán. Donde se desconoce el evangelio la vida humana no vale nada.

El consumo de drogas, la brujería y la hechicería estarán en furor en la última parte de la tribulación. La gente rebelde de aquellos días estará consumiendo tantas drogas alucinógenas, que se les mezclaran la realidad con la fantasía.

Unido a todo esto estará la inmoralidad desenfrenada; todo tipo de actividad sexual fuera de los límites del amor matrimonial. Una vez el mundo deje de temer a Dios, no habrá nada que lo detenga en su descarada tolerancia por la lujuria. Prácticamente se desconocerá la auténtica familia, hombres y mujeres sencillamente se comportarán como animales. ¿Estamos viendo esto hoy? Por supuesto. Nunca hemos visto una época en la que la homosexualidad y todo tipo de perversiones sexuales fuera tan prevaleciente.

En medio de este caos ocurrirá un relajamiento de las leyes y una perdida generalizada del respeto mutuo. Corazones envenenados por la codicia impulsarán a los hombres que sobrevivan a los asaltos, hurtos de topo tipo y robos a mano armada, así como estafa y fraude.

Ante semejante cuadro de lo que se aproxima sobre este mundo nuestro, no puedo escapar a la pregunta: ¿No estamos viendo el preludio de estos cuatro grandes pecados que prevalecerán durante la tribulación? ¡Miremos el desorden moral y espiritual que existe en Estados Unidos hoy!

En lugar de persistir en su alejamiento de Dios toda nación necesita acercarse a Él. Cada ser humano debe reconocer que está perdido. Que vive andando sin rumbo en medio de una inmensa niebla de confusión, promovida por una sociedad que vive de espaldas a su Creador, donde que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo. ¡Nos estamos autodestruyendo! Separados de Dios no tenemos la más mínima posibilidad de solucionar el caos en que vivimos. ¡Lo peor viene en camino! El hombre necesita arrepentirse y volverse a Dios. Nuestra única esperanza es Jesucristo.

 

 

 

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