“Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús…”

(2 Corintios 2: 14)

Estás observando la intimidante montaña de problemas que se yergue ante ti… probablemente ni recuerdes como se fue formando, pero la realidad es que ha ido creciendo y creciendo, ahora es inmensa. A dónde quiera que vuelvas tu mirada ves el collado… problemas y más problemas. ¿Quién no se sentiría desalentado ante semejante espectáculo? Las dificultades son parte de nuestra vida, llegan y en ocasiones lo hacen en grupos. Si solamente nos dedicamos a observar para luego, confiando únicamente en nuestras propias fuerzas, enfrascarnos en una batalla con las dificultades, llegaremos a la frustración y el desánimo. Lo primero y más sabio para hacer ante cualquier adversidad, después de darnos cuentas de su existencia, es dejar de mirarla y volver nuestra atención hacia el Señor. Recordar quién es el, lo que ha hecho y hará por nosotros.

El apóstol nos presenta un hermoso ejemplo de esto al escribir: “Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús…” (2 Corintios 2: 14) Él había estado describiendo sus circunstancias adversas. Se encontraba ante una montaña de dificultades, estaba desanimado, pero no derrotado esperaba a Timoteo aferrado a la esperanza de que le diera un buen informe de la obediencia de los corintios. Es entonces, cuando enfocándose en el Señor, experimenta el anhelado alivio. Este versículo marca un abrupto cambio en la actitud de Pablo al mirar al Señor con una actitud agradecida: “Más a Dios gracia…”  Él no está contemplando sus circunstancias para consolarse, gozarse o animarse, sino al “Padre de misericordia y Dios de toda consolación” (1:3). He aquí el remedio para el desaliento, dejar de mirar los que nos está ocurriendo y mirar a Dios con un corazón agradecido.

Pablo traslado su enfoque de las dificultades y lo dirige al Dios Soberano y Todopoderoso: “Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre…” La gran esperanza confiada del apóstol era que Dios lleva siempre a sus hijos a través de toda circunstancia de la vida. Sin importar que prueba o persecuciones enfrentara en Corinto, Éfeso o en cualquier otra parte, Pablo se regocijaba porque Dios estaba en control.

Querido hermano, no importa lo que te esté pasando en este mismo momento en que lees esta reflexión, Dios sigue teniendo el control de tu circunstancia. Él te ayudará a atravesarla y a hacerlo en “en triunfo en Cristo Jesús”. Lo cristianos seguimos a nuestro victorioso conquistador en el gran desfile triunfal, compartimos el triunfo de su victoria decisiva sobre el pecado, la muerte y el infierno. Aunque podamos sufrir desalientos y reveses, el triunfo final es seguro. Marcharemos victorioso en el triunfo de nuestro Señor Jesucristo, el día glorioso en que el coro celestial proclame: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 11: 15). Recordando que “si sufrimos, también reinaremos con él…” (2 Timoteo 2: 12) Mientras tanto que no nos intimiden las montañas de adversidades. El Señor es más mayor que cualquiera de ellas.

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