“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer
y nacido bajo la ley”
(Gálatas 4: 4)
Considera esto. Somos criaturas frágiles, sufrimos, nos enfermamos y experimentamos la muerte. Vivimos rodeados de peligros, piensa en cualquier cosa que se te ocurra para realizar y podrás encontrar una fuente de peligro con el potencial de segarte la vida.
Imagina por un momento la terrible posibilidad de que no exista Dios y que tengas que arrastrar tu frágil condición humana como una víctima de la casualidad o los accidentes fortuitos. ¡Qué miserable y espantosa manera de vivir! Dolorosamente eso lo escogen muchos. Ignorando a Dios, no quieren estar bajo su gobierno, prefieren ser muñecos lanzados de un lugar a otro por la “suerte” o la “casualidad”.
Sin embargo, nuestra verdadera situación no es esa. Dios es real, el no solo está sino que gobierna llevando adelante su plan soberano que nada ni nadie puede estorbar. En la navidad vemos el inicio de parte de ese plan: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4: 4) En su tiempo Dios envío a su Hijo a este mundo. Dios siempre sabe lo que hace y cuando lo hace. ¡Cuánta paz nos puede brindar esta verdad!
También nos brinda una inmensa paz ver su fidelidad en el cumplimiento de ese plan divino. Por eso podemos unirnos a las bellas palabras del salmista: “Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia. Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes” (Salmo 36: 5).
El apóstol Pablo nos recuerda: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Co. 1: 9) Sabemos por experiencia que nuestro Dios es absolutamente confiable, inmutable y fiel. Con el conocimiento de esta gloriosa verdad podemos de disfrutar en una paz legítima en medio de cualquier circunstancia.
La navidad nos recuerda que nuestro Dios es Soberano y fiel. Regocijémonos al meditar en estos dos atributos divinos.