¿Tienes alguna trágica circunstancia rodeando tu vida? ¿Vives alguna experiencia aterradora y dolorosa que te hace sentir próximo a la muerte?
En ocasiones, el dolor y el sufrimiento son tan intensos que la muerte parece inminente. El salmista se sintió así: “Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol; angustia y dolor había yo hallado.” (Salmo 116: 3) Estas palabras expresan una agonía y una desesperación que sacuden lo más profundo de su existencia llevándole a tomar una gran decisión: “Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma.” (Salmo 116: 4)
El clama a Dios con la misma fuerza que lo haría un hombre que va cayendo de un precipicio. Y nuestro maravilloso Señor interviene liberándolo, ofreciéndole su oportuno rescate: “Clemente es Jehová, y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios. Jehová guarda a los sencillos; estaba yo postrado, y me salvó.” (Salmo 116: 5-6) El estaba sin fuerzas, deprimido, enfermo, conmocionado por el dolor, y Dios no lo abandonó, permaneció a su lado.
Considera este testimonio si hoy te encuentras al borde del abismo o ya has comenzado a caer. ¡Aún hay esperanza! Dios no huye cuando las cosas se ponen difíciles. Puedes clamar y El vendrá en tu rescate. Entonces podrás repetir con el salmista: “Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar.” (Salmo 116: 8) Y seguramente motivado por la inmensa gratitud al Señor, harás la misma resolución que hizo el salmista: “Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes.” (Salmo 116:9)
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