(Zacarías 3: 1-2)
¿Te asaltan las dudas en cuanto a tu salvación? No puedo ver en tu corazón, solo Dios puede hacerlo. Pero si realmente te arrepentiste de tus pecados y creíste en Jesucristo como tu Salvador y Señor dice la Biblia que eres salvo y lo eres para siempre. Dios nos salvó a través de Jesús y esa salvación es eterna. Y la seguridad de nuestra salvación descansa únicamente en la intercesión perpetua de Jesús a favor nuestro.
El libro de Zacarías nos recuerda esto: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es este un tizón arrebatado del incendio?” (Zacarías 3: 1-2) En esta visión Dios mostró al profeta verdades gloriosas. Le muestra al sumo sacerdote Josué de pie, en representación de la nación de Israel. Pero también Satanás estaba allí a la mano derecha de Josué para acusarle. Conforme a su naturaleza, Satanás lanzaba alegatos contra Josué para condenarlo y argumentar que el pueblo al que representaba era indigno de recibir las promesas de Dios. Satanás siempre ha acusado a los santos (Apocalipsis 12:10). Aquí Satanás proclamó ante Dios la culpa y la indignidad de Josué. Y ángel de Jehová dijo a Satanás: “Jehová te reprenda, oh Satanás”. La segunda Persona de la Trinidad (el ángel de Jehová) invocó a la primera Persona de la Trinidad (Jehová) para que reprendiera a Satanás.
También el ángel de Jehová exclama: “¿No es este un tizón arrebatado del incendio?” Israel se hallaba rodeado de las llamas de la persecución, del juicio y del destierro. La historia del AT pudo haber terminado con el pueblo de Dios consumido entre las naciones. Sin embargo, Dios los arrebató del fuego del incendio de las naciones y los llevó a casa; así los preservó y prometió redimirlos definitivamente (Romanos 11:26).
Tú y yo también somos tizones arrebatados del incendio. Dios no se retracta de sus promesas. Aunque Satanás nos acusa constantemente de nuestros fracasos e indignidad, hay Uno que intercede por nosotros. El gran Sumo Sacerdote, el Mesías. El intercede ante el tribunal de Dios, donde ningún pecador puede permanecer de pie, y vence sobre el acusador, de manera que su pueblo es perdonado y declarado justo (Romanos 8:34).
El autor de la carta a los Hebreos también nos dice de nuestro Señor Jesucristo como nuestro gran sumo sacerdote: “por lo cual puede (Jesús) también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7: 25) Él nos salva perpetuamente, es decir eterna y completamente. De modo que hoy podemos decir confiadamente: “Soy salvo y seré salvo”. Recordemos que no se trata de nosotros, ni de cuán “buenos” podamos ser. No fuimos salvos por nuestra cuenta, tampoco podemos mantenernos salvos por nosotros mismo. Somos iguales de incapaces para retener la salvación como lo fuimos para ganarla al principio. Recuerda que simplemente somos tizones arrebatados del fuego eterno. Se trata de Él, de lo que hizo y hace por nosotros.