“Deléitate asimismo en Jehová,
y él te concederá las peticiones de tu corazón.” (Salmo 37: 4)
Dios nos salvó para que le glorifiquemos y para esto debemos romper cualquier ciclo continuo de confesión y derrota. Es aquel en el que pecamos, experimentando fracaso, luego arrepentidos confesamos nuestro pecado para en poco tiempo volver a caer nuevamente. Algo parecido a esa prueba de laboratorio en el que se colocan ratones en un cilindro y se les estimula comer. Es una carrera dentro del cilindro sin meta, sin fin y sobre todo sin victoria. Esa no fue la clase de vida que el vino a darnos.
Dios quiere más de nosotros. Él quiere vivir a través de nosotros. Jesús dijo: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”(Juan 10: 10) Esta clase de vida no excluye la realidad de que somos pecadores y como tal existe la posibilidad de pecar, pero si desecha un estilo de vida pecaminoso, porque con él no es posible vivir una vida victoriosa.
Entonces, ¿cuál es la solución? Hay que recordar que Dios quiere que vivamos más allá de la frivolidad que busca el mundo. Él nos llama al arrepentimiento genuino cuando pecamos y a deleitarnos en él: “Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.” (Salmo 37: 4) ¿Quieres una promesa mayor de victoria que el saber que si nos deleitamos en Dios, el responde todas nuestras oraciones? Esas es la clave, disfrutar de una íntima relación con el Dios viviente. Dijo Tomas de Aquino: “Nadie puede vivir sin deleite, y por eso el hombre privado de gozo espiritual de dedica a placeres carnales”.
Deleitarnos en Dios es llegar a decir como Asaf: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.” (Salmo73: 25) ¿Cómo está tu relación con Dios? ¿Conoces el maravilloso deleite de una relación diaria y fresca con el Señor? Algunos cristianos dolorosamente han cambiado su relación con Dios por mucha actividad religiosa. Sin embargo, alguien dijo: “Mucha de la actividad religiosa de hoy no es nada más que un anestésico barato para silenciar el dolor de una vida vacía”. La profusa actividad no es sustituta del cultivo de una íntima relación con Dios que nos produce deleite.
En medio de adversas circunstancias David expresó su necesidad más profunda: “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.” (Salmo 63: 1) Él no estaba buscando literalmente agua, comodidad o descanso. Lo que él necesitaba desesperadamente era la comunión con Dios. Ciertamente la tierra en que vivimos es “seca y árida”, pero eso es lo que hace que nuestro anhelo sea más profundo. Solo el llegar a conocer a Dios a través de Jesucristo y vivir disfrutando de su preciosa compañía cada día, puede satisfacer nuestras más profundas necesidades. ¡Que ese gran anhelo de David sea también el nuestro!