“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gálatas 6:7).
Una de las carac¬terísticas del mundo es que nadie jamás menciona las consecuencias desastrosas de la pornografía, de una relación adúltera, de vivir en fornicación o de alimentar la codicia y descuidar a la familia. Esto es resultado de vivir en una sociedad caracterizada por un deterioro de la responsabilidad personal. Y aunque los hombres intentan cubrir las consecuencias de sus malas acciones, sus resultados devastadores todavía siguen persiguiendo al culpable. No importa que una gran mayoría cierre sus ojos y oídos negándose a ver y a escuchar las verdades de Dios acerca del hombre y de su naturaleza depravada. El pecado todavía da su amarga cosecha. La Biblia dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gálatas 6:7).
Por momentos, Dios puede parecernos en silencio e inactivo. Pero esto habla de nosotros no de Dios, eso habla de nuestra limitada perspectiva humana, no de la ausencia divina. Dios lo sabe todo, Él lo ve todo. Hay quienes cometen una serie de pecados y como no ven consecuencias inmediatas, vuelven a pecar. De alguna manera piensan neciamente: “Dios no me vio”. Salomón escribe en cuanto a esto: “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal.” (Eclesiastés 8:11)
El juicio de los creyentes está detrás de ellos; Cristo llevó todo el castigo de la muerte, pagando por todos nuestros pecados en la cruz. No obstante, cuando tomamos malas decisiones y persistimos en ellas, Dios nos disciplina (Hebreos 12: 6). Y en ocasiones, parte de esa disciplina, es lidiar con las consecuencias de nuestras necias decisiones.
Pero el juicio de los no creyentes está por delante de ellos. Los que mueren rechazando a Cristo enfrentan no solo el sufrimiento del fin de los tiempos si están vivos durante los últimos días, sino también el castigo eterno después de que sean condenados ante el gran trono blanco (Apocalipsis 20: 11-15). Aunque por una temporada puede parecer que los perversos se salen con la suya y prosperan a costa de otros, al final sus obras malvadas serán recordadas. Recuerda una falta de juicio hoy no quiere decir falta de juicio mañana. Que nadie se engañe. ¡Lo que se siembra, se cosecha! No sabemos en qué punto Dios dirá: “¡Ya basta!”.
Por favor examina las consecuencias de tus acciones, piensa en los efectos, menciona por nombre a las personas cuyas vidas sufrirán daño, y recuérdate a ti mismo el alto costo de una reputación arruinada. Examina con toda honestidad todas las terribles consecuencias de tus acciones pecaminosas. Si eres cristiano, nada puede romper tu unión con Dios, aunque no podrás evitar las consecuencias de tus pecados. A Él le entristece lo que has hecho, pero su promesa es no dejarte jamás. Acepta tu culpa con un corazón arrepentido y regresa a tu Padre. Si aun no conoces a Jesucristo, ven a Él. Para eso reconoce tu gran problema que es el pecado. Arrepiéntete de tu vida pecaminosa y cree en Jesucristo como tu Señor y Salvador. Hazlo ahora.