“Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada” (Mateo 24: 40-41)

Aun durante el periodo futuro de los siete años de la tribulación multitudes serán ganadas para Cristo (Apocalipsis 7:9–14). Incluso nuestro Dios levantará a ciento cuarenta y cuatro mil misioneros judíos para que lleven el glorioso evangelio a los incrédulos. (Apocalipsis 7:1–8). Igualmente se producirá el maravilloso avivamiento en la nación de Israel (Romanos 11:26). Sin embargo, a pesar de todo este despertar espiritual, ese será tiempo de oscuridad espiritual, que no estará dominado por la fe sino por la incredulidad, no por la santidad sino por la maldad, no por la piedad sino por la impiedad.

Y es en este escenario cuando el Hijo del Hombre aparecerá finalmente en su segunda venida para juicio: “Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada” (Mateo 24: 40-41). Este pasaje no tiene absolutamente nada que ver con el arrebatamiento de la iglesia. Observando el contexto de este pasaje, vemos que Jesús está ofreciendo una figura paralela a la de los incrédulos del día de Noé, generación que fue tomada en el juicio del diluvio: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.” (Mateo 24: 37-39) Cuando el Señor regrese, uno será tomado para juicio y el otro será dejado para entrar en el reino (el milenio). Esta es la misma separación descrita en el capítulo siguiente por las figuras de las ovejas y los cabritos (Mateo 25:32–46). Las dejadas serán las ovejas de Cristo, su pueblo redimido a quién preservará para poblar la tierra y reinar con Él durante el milenio.

Cuando el Señor venga, los impíos serán arrastrados, al haber perdido para siempre su oportunidad de salvación. La generación que esté viva durante la tribulación no sabrá el momento exacto en que Él aparezca para juzgar a los impíos y establecer el reino divino.

Ahora la verdad es, lo aceptes o no, que hay un Dios real, que se ha dado a conocer y ante el cual cada ser humano tendrá que rendir cuenta de sus acciones. Hay un Dios Santo, Justo y habrá un juicio. Como también una separación definitiva entre creyentes e incrédulos. Esta realidad debería llevar a toda persona racional a arrepentirse y volverse a Dios por perdón. No tienes otra vía de escape. No hay salvación aparte de Jesucristo, “porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4: 12). Ahora no tienes excusa, esta es la verdad y serás juzgado por lo que haces con ella.

 

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