“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” (Hebreos 3: 1)
Te levantas en la mañana, no acabas de poner tus pies sobre el suelo y comienzan los problemas. Tal vez una llamada a tu celular con una noticia inesperada te sacude sacándote de la modorra que aun te quedaba. Lo cierto que apenas despiertas y comenzaron las dificultades. Y lo peor, parece que en lugar tener soluciones, las cosas se van complicando. Te ha sucedido, ¿verdad? Para esos momentos cuando las cosas nos van de mal a peor, son estas palabras de parte de Dios: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” (Hebreos 3: 1) El mandato divino es: “Considerad a Cristo Jesús.” La razón por la que muchos cristianos se sienten débiles y preocupados es que dejan de considerar a Cristo.
Jesús dijo: “Aprended de mí” (Mateo 11:29). No dijo: “Aprended acerca de mí”, sino: “Aprended de mí”. Considéralo. Centra su atención en Él. Pablo, en la segunda carta a Timoteo, su hijo en la fe, le dice que continúe, que sea buen soldado, un atleta bien entrenado, un labrador industrioso (2 Timoteo 2:3–6). Pero su consejo más importante fue: “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio” (2:8). También aquí en Hebreos 12:1–2 el escritor dice: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.
Cuando todo a tú alrededor se ve gris, mira al Señor. Cuando tus circunstancias te presionen, cuando tu esperanza se apaga, cuando la gente te traicione, cuando los acontecimientos se vuelvan en tu contra, cuando mueran tus sueños, cuando las puertas se te cierren, cuando el pronóstico médico es desalentador, cuando tengas el corazón destrozado, ¡considera al Señor! Y mantén tu mirada en él sin importar lo que ocurra. ¿Quién es él? Él es la luz. Él no se pone nervioso, porque jamás pierde el control. Él siempre es fiel. Inmutable. Todopoderoso. Omnisciente. Compasivo. Misericordioso. Sabio. Amoroso Sobe¬rano. Confiable. Él sabe cómo encaja todo, incluso en esos momentos cuando nosotros no vemos el sentido y propósito a lo que nos sucede.
Tuya es la decisión. Puedes permitir que tus ojos vaguen sin objetivo fijo, o simplemente considerar a Cristo Jesús hasta que Él comience a revelarse con todo su poder glorioso ante tus propios ojos. Cuando estamos corriendo la carrera cristiana, debemos quitar la mirada de quienes nos rodean, de lo que nos ocurre o de nosotros mismos. Miramos a Jesús, el Autor y Consumador de la fe. Considerarle a Él ayuda en la carrera. Considerándolo a Él sabemos por qué corremos, para dónde vamos y tenemos el poder y el gozo de mantenernos en la carrera.