No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová.”

(Proverbios 21: 30)

No hay mayor necedad luchar contra Dios. ¡No hay hombre, ni demonio que sea rival para El! Salomón lo expresó muy bien cuando escribió: “No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová.” (Proverbios 21: 30) No hay posibilidad alguna de vencer a Dios. Él no ha conocido jamás una derrota, ni la conocerá. Él es el Gran Vencedor por excelencia. La historia humana está repleta de muestras de esta gran necedad. Vidas que terminaron destrozadas en su loco intento de vencer a Dios. El filósofo alemán del siglo XIX, Friedrich Nietzche, despreció el cristianismo como la religión de los débiles. Luchar contra Dios finalmente lo llevó al límite y vivió como demente los últimos días de su vida.

El escritor y Premio Novel, Ernest Hemingway era considerado prueba viva de que se podía luchar exitosamente contra Dios. Se jactaba de pelear en revoluciones, de hacer tropezar mujeres y de llevar una vida de pecado sin consecuencias aparentes. Sin embargo, finalmente sus pecados lo dejaron al descubierto, se puso una pistola en la cabeza y se mató. Pelear contra Dios le costó la vida.

Muchos reyes y gobernantes, cuyo colosal poder terrenal los engañó haciéndoles creer que podían oponerse y derrotar al Dios Soberano, ellos y sus dominios demostraron ser “como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo… Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada…” (Isaías 40: 15, 17) Cuando así lo quiere Dios puede mover hasta los corazones de los más poderosos gobernantes humanos según sus propósitos. Él puede llevarlos a donde desee y cuando él desee: “Como los repartimientos de las aguas, Así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina.” (Proverbios 21: 1).

Dios siempre gana. Hombre sabio es aquel que escoge estar del lado del Vencedor. Con su Hijo Jesucristo podemos enfrentar victoriosamente el presente sin importar lo que nos esté sucediendo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8: 35, 37) Con Dios siempre se gana. Y es la fe en Jesucristo la que aclara los ojos para contemplar la victoria. Esta fe y esperanza es la que llevó al apóstol Pablo a escribir a los filipenses: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” (Filipenses 1: 21) Los cristianos podemos vivir victoriosamente en el presente porque Cristo está con nosotros, y al morir ganamos porque estaremos para siempre con El. No hay manera en que podamos perder.

Deja esa necedad, recuerda que Dios siempre vence. Únete a su ejército victorioso. El peleará tus batallas. Jesús está esperando por ti.

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