“Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” (Romanos 1: 26-27)
La humanidad en su naturaleza corrupta ha diseñado a su propio creador pasivo, que permite todo y jamás se enoja, un dios que no exige cuentas por la maldad humana. Pero ese dios de manufactura humana no es el Dios de la Biblia. Él nos pide cuentas por el pecado, sea que reconozcamos o no, sea que lo disfracemos con nuestras lógicas razones o no. A Él no le importa que la depravación humana justifique su pecado llamándolo “amor”. Él es el que define el pecado y lo hace claramente en su Palabra.
Y que importante es recordar esto precisamente en este mes, donde un tsunami de colores parece invadirlo todo. “Orgullo” es la palabra de moda, escoltada por la palabra “amor”. Y precisamente por ese distorsionado amor, algunos están dispuesto a sacrificarlo todo, incluso la verdad misma de Dios. Seamos claros, no hay amor genuino divorciado de la verdad. Por eso muchos viven engañados, creyendo que pueden mantener su estilo de vida pecaminoso y depravado con impunidad. Lo que Dios llama pecado, Él no le cambiará el nombre. El pecado ofende al Dios Santo, y las consecuencias de rechazarlo a Él por el pecado, son mucho más graves de lo que podemos imaginar.
El apóstol Pablo escribió a Romanos: “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” (Romanos 1: 26-27) El pasaje incluye el homosexualismo y el lesbianismo, sobre los cuales se desata el juicio de Dios porque son actos cometidos en contra de la naturaleza (definidos así porque trasgreden el diseño natural del Creador). Las prácticas homosexuales nacen de “pasiones vergonzosas”, deseos que son contrarios al diseño creativo de Dios, y son impulsados por la lascivia y no por un amor verdadero. Aquí el apóstol Pablo claramente llama a estos pecados “pasiones vergonzosas.”
La actitud de Dios hacia la homosexualidad está ilustrada en el episodio en el que derramó su ira sobre las cuidades de Sodoma y Gomorra. Esta además consignada explícitamente en sus instrucciones acerca del tema tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Dios es sumamente claro al respecto. ¡No! La homosexualidad, como cualquier otro pecado, no es un motivo de orgullo sino de vergüenza.
No obstante, la invitación del evangelio se extiende a cada pecador, aun al homosexual, y ofrece salvación, perdón y vida eterna a todo el que acepta a Jesucristo como su Señor y Salvador. Como el Señor mismo prometió: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os hare descansar” (Mateo 11:28). En otro pasaje El confirmó su invitación: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mi viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). Un sin número de personas que eran homosexuales, incluso en la historia reciente, han sido transformadas por la verdad del evangelio. Estos hermanos son trofeos de la gracia divina y la prueba viviente de que el amor de Dios puede salvar a los pecadores aun de los engaños más esclavizantes.