“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”(Romanos 1: 18)
Una nación puede estar bajo el juicio de Dios y vivir engañada. A los incrédulos pueden parecerle que su “libertad” y “derechos” crecen, se expanden, cuando realmente en su ceguera se esclavizan más y más. El apóstol Pablo escribió a los romanos: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”(Romanos 1: 18) Aquí se explica que quienes están bajo la ira de Dios “detienen con injusticia la verdad”. Ese es siempre el principio del fin.
Muchos norteamericanos preocupados sinceramente por el rumbo al que se arrastra a este país, abrigan la esperanza de que Dios no nos abandone. Ellos recuerdan los principios cristianos sobre los cuales se fundó esta nación y hablan con nostalgia de aquella época pasada en que la sociedad estadounidense celebraba la moralidad bíblica. Sin embargo, algunos se quedaron en ese tiempo, fallando en reconocer lo siguiente. Cuando esta nación, con sus políticos liberales y enemigos de Dios, eliminó la Biblia de su lugar de autoridad suprema para sustituirla con filosofías e ideologías ateas, su caída se volvió inevitable. En nombre del “progreso” y “la igualdad de derechos”, como también de una nueva y retorcida definición de “tolerancia”, los escépticos, los socialistas, los materialistas y los ateos críticos que saturan este país han rechazado groseramente todos los valores cristianos. Negando consistentemente la veracidad, la inspiración, la suficiencia, la claridad y la autoridad de la Biblia. Y suprimir la verdad nos ha sumergido en una densa niebla de confusión y caos moral. El retener la verdad divina siempre acelera la decadencia y el deterioro de una nación.
Pero el Dios Santo y Justo responde a toda impiedad e injustica: “Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.” (Romanos 1: 25- 27) Cuanto más quitan a Dios de una nación, más “libertad” parece tener su sociedad para hacer lo que quiere, ¿no? Pero según Pablo, ocurre justo lo contrario. La frase “Dios los entregó” es un verbo griego y un término judicial usado cuando un juez entrega a un preso a su sentencia. No se dirige a la libertad sino a la prisión. Este es el resultado de que “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios”, es no tener en cuenta a Dios (Romanos 1: 21, 28). A la luz de esta revelación, Dios no va a abandonar a los Estados Unidos, ya lo ha hecho. Dios no va a derramar su ira sobre este país, ya lo está haciendo.
Pero aún hay buenas noticias. Si nuestra nación se arrepiente, o cualquier otra nación, Dios responderá (Jonás 3:6-10). Dios quiere una respuesta de cada nación o sociedad: que sus habitantes se humillen, se arrepientan y tiemblen a su Palabra (Isaías 66:2). El único remedio es el evangelio. Es el mensaje que humilla al pecador llamándolo a arrepentirse de su maldad y a abrazar con fe salvadora al Señor Jesús.
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