“Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.” (Gálatas 6: 16)
La naturaleza humana es impredecible. La inconstancia, los pensamientos volubles, la inestabilidad emocional marcan nuestra existencia. Por lo cual es una necedad poner nuestra confianza total en los hombres. Hay que quitar la mirada en dirección horizontal y colocarla verticalmente, en la sólida roca de la fidelidad de nuestro Dios Soberano. Y esa fidelidad divina queda claramente expuesta en los tratos de Dios para con Israel. A pesar de lo que algunos piensan y enseñan, Él no ha terminado con Israel. Dios no estrujó los pactos, ni anuló las promesas que le hizo, lanzándolas a las llamas del olvido y colocando a la iglesia en su lugar.
La Biblia llama a Dios clara e incuestionablemente el Dios de Israel, y lo hace más de doscientas veces. También en las Escrituras hay más de dos mil referencias a Israel, y ninguna de ellas significa nada menos que Israel. Es realmente triste e increíble que algunos pretendan con solo dos pasajes anular esas dos mil referencias. Uno de ellos es este: “Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.” (Gálatas 6: 16) Machacando majaderamente en este su versículo preferido, los defensores de la teología del reemplazo, repiten una y otra vez que el Israel de Dios es la iglesia. En consecuencia, ahora la iglesia ha sustituido al Israel nacional. ¿En serio? ¿De verdad se puede sostener semejante argumento sin pisotear toda la evidencia bíblica que dice lo contrario? Entonces, ¿cuál es el Israel de Dios a quien el apóstol Pablo se refiere en este verso? Aceptando simplemente el contexto de esta carta, vemos que el Israel de Dios al que alude el apóstol son los judíos creyentes en Jesucristo, aquellos que son descendientes de Abraham tanto espirituales como físicos: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, estos son hijos de Abraham.” (Gálatas 3:7) Y son herederos de la promesa antes que de la ley (v. 18). Son los judíos reales, el verdadero Israel de la fe al cual pertenecen las personas que se mencionan en Romanos 2:28-29: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.” Y Romanos 9:6-7: “No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.” Este v. 6 es el otro preferido por los amilenialistas.
Repito, no hay razón alguna para interpretar (Gálatas 6: 16) y (Romanos 9:6) de otra manera que no sea con el sencillo significado de que los judíos que eran creyentes constituían el Israel de Dios. Israel siempre significa Israel, y nunca ha significado nada distinto a Israel. Setenta y tres usos de Israel en el Nuevo Testamento siempre significan Israel. El setenta por ciento de la Biblia es la historia de Israel. Y su historia llegará al final. Dios no reveló la verdad profética con tanto detalle para ocultar u oscurecer esa verdad, sino que la reveló para nuestra bendición y motivación y, finalmente, para su gloria.
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