“Porque esta leve tribula­ción momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17-18)

Dios promete cuidarnos; pero eso no significa la garantía de una vida cómoda. No podemos escapar de los problemas, las adversidades, los retos a la fe. No lo dudes, vendrán. Y para poder manejarlos de manera adecuada, necesitamos una perspectiva vertical.

Según Pablo escribió a los corintios, debemos mantener en mente que “esta leve tribula­ción momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17-18). 

También él escribió a los romanos: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8:18).

Fue ese enfoque celestial lo que permitió a los apóstoles, después que los golpeaban en el concilio, salir “de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nom­bre” (Hechos 5:41).

Después de ser azotados y puestos en el calabozo en Filipos, Pablo y Silas “cantaban himnos a Dios” (Hechos 16:25).

Lograr esta perspectiva viene al orar algo tan sencillo como esto:  

«Señor: En medio de esta pérdida, de este corazón partido o en medio del fracaso, que pueda descansar en tu cuidado. Ayúdame, primero a ver desde tu punto de vista lo que estoy atravesando, y luego te pido fe para no darme por vencido».

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