“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?”

(Romanos 11: 33- 34)

A nuestro Soberano Dios nadie se le iguala ni en la tierra ni en cielo. Jamás teme, todo lo sabe y no tiene necesidades. Siempre tiene un plan, no improvisa y nunca se equivoca. Nuestro Dios es invencible, inmutable, infinito y autosuficiente. Sus juicios son inescrutables y sus caminos insondables: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11: 33).  Este fue el principio de una gran doxología. El apóstol Pablo, bajo la guía del Espíritu Santo, exalta a Dios Padre por su infinita sabiduría y conocimiento. Cuando Dios hace sus decisiones o «juicios», estos son incomprensibles, porque nosotros vivimos en una esfera finita y Él en una infinita. Vivimos ahora en lo temporal, pero Él vive en la perenne eternidad. Por consi­guiente, sus decisiones y sus juicios son «insondables». Y aún más, sus caminos, que son perfectos, son «inescrutables». No podemos comprenderlos a profundidad, pero si podemos y debemos aceptarlos. Y para eso necesitamos humildad. También necesitamos humildad para no creer que tenemos el “monopolio del conocimiento de los designios divinos” y lanzarnos inmediatamente ver a Dios haciendo juicio sobre naciones e individuos en particular por ser ellos los “peores pecadores”.

Es cierto que Dios es Santo y hace juicio, lo vemos en numerosos ejemplos bíblicos. Pero no se puede obviar que en estos casos la Biblia TE DICE CLARAMENTE que fue un juicio inmediato de Dios. Y Él lo hace también hoy… pero ¿cómo puede alguien saberlo con seguridad en un caso particular?  Y más cuando lo sucedido fue la obra directa de la perversidad de los hombres. La mezcla letal de la depravada naturaleza humana unida al fanatismo de una religión vacía y violenta. Es cuando al ladrón se le cumple su deseo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir…” (Juan 10: 10ª) Dejando detrás una estela de vidas masacradas, incluyendo niños y bebes quemados y decapitados. Es mejor ser sabio y no lanzarse a emitir juicio sobre el por qué sucedió tal cosa en tal país o con tal individuo, porque generalmente nos equivocamos. Creo que esta actitud imprudente e inmadura es una forma de quedar en mejor posición que el otro que está sufriendo por su “perversa vida”.

Y aun si no podemos entender to­talmente el porqué de las cosas, Dios lo sabe. Aun cuando no po­damos explicar las razones, Él entiende. Y cuando no podemos ver el final, Él está allí: “Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?” (Romanos 11: 34) Dios es único. Acabemos de aceptarlo, nuestros esfuerzos para explicar cosas que exceden a las limitaciones de la capacidad humana se disuelven en el silencio. Y se detiene en silencio delante de la magnificencia de Dios y se maravilla de lo sofisticado de sus caminos.

Termino con estos pensamientos de A. W. Tozer:

Decir que Dios es infinito es decir que es inconmensurable. La medida es la manera que tienen las cosas creadas de dar cuenta de sí mismas. Describe las limitaciones, las imperfecciones, y no se pueden aplicar a Dios. El peso describe la atracción gravitacional que ejerce la tierra sobre los cuerpos materiales; la distancia describe los intervalos de los cuerpos en el espacio; el largo significa extensión en el espacio, y hay otras medidas conocidas como las de líquidos, energía, sonido, luz y diversas otras cosas. También tratamos de medir cantidades abstractas, y hablar de una fe grande o pequeña, una inteligencia elevada o baja, talentos mayores o pobres.

¿No es obvio que todo esto no se aplica y no puede aplicarse a Dios? Esta es la forma como ve­mos la obra de sus manos, pero no la manera como lo vemos a él. Él está por encima de todo esto, fuera de ello, más allá de ello. Nuestros conceptos de medida abarcan montañas y hombres, átomos y estrellas, gravedad y energía, números, velocidad, pero nunca a Dios… Nada en Dios es menos o más, mayor o menor. Él es lo que es en sí mismo, sin una palabra o un pensamiento que lo califique. Él es simplemente Dios.

Ver la insondable misericordia de Dios y atisbar sus impenetrables caminos pone fin a la desesperada búsqueda de respuestas del hombre. Aprendamos a poner nuestra la mano sobre la boca (como lo hizo Job) y a responder humildemente: “No lo sé”

 

 

 

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