“Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces,
y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo que le mandó Jehová. Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo.”

(1 Reyes 11: 9- 11)

Nuestro Dios es Amor, pero también es Santo y Justo. Y como tal actúa ante la desobediencia de sus hijos, el habla muy en serio cuando llama algo pecado y cuando declara que una acción determinada está prohibida.

El Dios de amor también tiene la capacidad de airarse, su enojo es una expresión de su carácter justo y su amor al enfrentarse al mal.  Cuando pecamos el no mira a otra parte ignorando nuestra desobediencia. En la Biblia leemos acerca de la desobediencia del rey Salomón: “Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo que le mandó Jehová. Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo.” (1 Reyes 11: 9- 11) Leímos: “Y se enojó Jehová contra Salomón”. Este sabio rey llegó a actuar como un necio enojando a Dios con su pecado. Salomón tomo la pésima decisión de desobedecer a Dios, pero no pudo escapar de las consecuencias: “Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo.” (v.11)

¡Los desafíos aún hacen enojar a Dios! Generalmente, la palabra “encender” acompaña a la palabra “ira”. A menudo su ira es encendida. La palabra hebrea traducida encender sugiere “encenderse hasta el punto de exasperación”. Dios se molesta cuando ve a sus hijos que andan en contra del plan que Él tiene. ¿Tiene paciencia? Sí. ¿Es amoroso? Por supuesto. ¿Es misericordioso? Siempre. ¿Y es santo? ¿Y celoso? Absoluta­mente. Pero nunca olvides que cuando desobedecemos su voluntad y escogemos servir a los ídolos de nuestras “propias vidas”, el Señor se enoja.

Sin embargo, la ira de Dios no es la cólera pecaminosa que acostumbramos a expresar los seres humanos: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.” (Romanos 1: 18) La respuesta divina al pecado es en verdad inflamada, desbordante, pero es también completamente acorde con el carácter de Dios, que también es amor. Su ira es, sin cuestionamiento, temible y, sin embargo, también bajo control, deliberada, medida, y absolutamente justa.

Si intencionalmente has tomado el camino de la desobediencia, quiero recordarte que Dios no lo va a ignorar.

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