“Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros.” (Juan 8: 37)

La religión es confiar en la propia capacidad de uno para ser lo suficientemente bueno como para impresionar a Dios. ¡Qué gran error! ¿Que podría ser más sencillo que creer y recibir el mensaje del Evangelio? Nada que ganar, ni búsqueda que cumplir, ni reto que superar, ni mérito que obtener. Tenemos solo que creer y confiar en el que satisfizo todas las expectativas de Dios por toda la humanidad. No obstante, la mayoría prefiere escoger la religión en vez de la regeneración.

Jesús dijo en una ocasión a los lideres religiosos judíos: “Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros.” (Juan 8: 37) Jesús afirmó que sus oyentes eran descendientes de Abraham en sentido físico, pero ese linaje común terminaba allí. Abraham es el antepasado espiritual de todos los que ponen su confianza en Dios debido a que han oído y recibido la Palabra de Dios. Y porque Jesús es la Palabra de Dios en carne humana, rechazarlo es rechazar a Dios. Por consiguiente, los judíos que no creían eran descendientes de Abraham solo de nombre. Estos expertos religiosos habían estado expuestos a la Palabra de Dios, era su trabajo copiar los manuscritos, aprender los principios que contenían, y aplicarlos a la vida cotidiana. Sin embargo, los sacerdotes y escribas nunca permitieron que las letras de la página recorrieran el camino hasta sus corazones.

En Kalinovka, Rusia, la asistencia a la escuela dominical subió después de que el ministro empezó a repartir caramelos a los niños campesinos. El clérigo empezó a encariñarse con un muchacho, y lo persuadió para que asistiera a la iglesia. Ofreciendo otros alicientes el ministro se las arregló para enseñarle al muchacho los cuatro Evan­gelios. El muchachito se ganó un premio especial aprendiéndose de memoria los Evangelios y los recitaba de corrido. Sesenta años más tarde, el muchacho ya anciano, todavía podía recitar todos los cuatro Evangelios, palabra por palabra. Hoy, su alma está en el infierno si no se arrepintió; su cuerpo yace frío en la tierra bajo una lápida que tiene la inscripción de su nombre: Nikita Khrushchev. Conocía los Evangelios mejor que la mayoría de los creyentes rusos genuinos sin apropiarse las verdades que contienen.

Este es un peligro en particular para los creyentes de segunda o tercera generación, que se bene­fician del conocimiento bíblico de otros y disfrutan de los beneficios de una cultura cristiana. No obstante, no logran hacer propias las verdades de las Escrituras. Incluso es posible que hijos de padres consagrados dejen el nido, vivan sus vidas, y luego se vayan a la tumba sin haberse apropiado de las verdades que oyeron.

Por favor deja de vivir en el engaño de la religión. La fe salvadora no se puede heredar. Necesitas recibir la Palabra de Dios. Vuélvete ahora al Dios único y verdadero en arrepentimiento y fe. Gracias a la muerte y resurrección de su Hijo, el Señor Jesucristo, hay salvación. Si todavía late tu corazón tienes oportunidad de hacerlo. Un día ya no será así.

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