“Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.” (Daniel 2: 20-21)
El nuestro es un mundo que cambia y lo hace con acelerada rapidez. Y eso incluye también el explosivo desarrollo tecnológico que hemos alcanzado. No obstante, no podemos olvidar que todo sigue estando bajo el control de Dios. La Biblia nos dice en el libro de Daniel: “Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.” (Daniel 2: 20-21) ¡Estas palabras me llenan de una profunda paz! No es la mera casualidad ni el destino ciego lo que determina los cambios arrasadores que golpean a cada generación. Nuestro Dios soberano asume plena responsabilidad.
Cuando los cambios se dan, nunca están fuera del control divino. No importa de lo que se trate. Ya sea la increíble inteligencia artificial, con su nuevo y popular ChatGPT y otros tan buscados en las tiendas de aplicaciones. O los dispositivos ya empleados que utilizan sistemas autónomos o inteligencia artificial como asistentes personales virtuales: Siri (Apple), Alexa (Amazon), Google Assistant y Cortana (Microsoft). O los traductores automáticos que de tantos apuros nos sacan a aquellos que no dominamos bien el inglés, como Google Translate y DeepL. O los sistemas de navegación GPS con sus aplicaciones como Google Maps y Waze. O los ya conocidos Chatbots, empleados por muchas empresas para brindar soporte al cliente y responder preguntas comunes. O los asombrosos drones empleados en una variedad de aplicaciones, desde la entrega de paquetes hasta la vigilancia y la fotografía aérea. O los vehículos autónomos como Tesla Autopilot y Waymo. O considerando el campo de la medicina en el diagnóstico médico, nombres como IBM Watson y Google DeepMind, utilizados para ayudar en el dictamen de enfermedades y en la selección de tratamientos adecuados. En resumen, la lista podría ser mucho más larga.
No importa a cuanto desarrollo científico y tecnológico nos enfrentemos. Dios sigue siendo Dios. El continúa al mando, recuerda el “da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.” Él no está nervioso en el cielo sin saber qué hacer con este mundo tan acelerado. Ninguna de nuestras cosas modernas e innovadoras, por más sofisticada que sea, perturban a Dios. Él lo comprende todo y permanece en control. Y solo con el discernimiento divino podemos usar sabiamente la tecnología para proclamar su Palabra. Recordando siempre que ninguna cantidad de avances modernos nos dan derecho de negar la Biblia ni de alterar sus verdades. Su Palabra no ha cambiado ni lo hará. Porque a pesar de estos tiempos cambiantes, el hombre sigue siendo pecador. Y no tiene esperanza separado de Dios: “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.” (2 Timoteo 3: 13) En lugar de ascender moral y espiritualmente, el hombre está en precipitado descenso: “de mal en peor, engañando y siendo engañado”, tal como Pablo manifestó.
Hoy hay más conocimiento científico, médico, histórico, educativo, psicológico y tecnológico. Pero no ha cambiado la naturaleza básica del hombre y no ha mejorado la sociedad. Tiene más información, pero también una moral más degenerada. Tiene más confianza en sus capacidades y tecnología, pero muy poca tranquilidad mental. Sus logros son mayores, pero su sentido de propósito y significado prácticamente han desaparecido. En lugar de mejorar la calidad moral y espiritual de la vida, los descubrimientos y los logros del hombre simplemente le han proporcionado nuevas formas para expresar y promover su depravación de modo más rápido y destructivo. El hombre moderno, moral y espiritualmente está peor y sigue necesitando desesperadamente creer en el Señor y Salvador Jesucristo.
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