“Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores,

andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron,

todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.”

(2 Pedro 3: 3-4)

Sí, los críticos lo niegan. Los descreídos se ríen. Los eruditos lo ignoran. Los teólogos liberales hallan razones para desecharlo (a lo que llaman «desmitologizar»), y los fanáticos lo han per­vertido. Pero el apóstol Pedro bajo la inspiración divina, nos advierte: “Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.” (2 Pedro 3: 3-4) “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?”, gritan todavía muchos con sarcasmo. Se continuará atacando, aplicando mal y negando el retorno del Salvador. Pero allí se levanta, sólido como piedra, pronto a cumplirse, listo para ofrecernos esperanza y estímulo en medio de la desespe­ranza y la incredulidad.

«Bueno. Pero ¿qué debemos hacer mientras tanto…?», otros más pragmáticos preguntan. Si la doctrina de la Segunda Venida de Cristo en realidad no afecta la forma en que vivimos, ¿importa que los burladores hagan burla de ella? ¿No deberíamos barrer bajo la alfombra esa doctrinita deshonrosa, irrelevante y concentrarnos en cosas más importantes? ¿Qué debemos hacer a la luz del seguro regreso de Cristo?

Primero, lo que uno no hace. Uno no se viste con ropa blanca para reunirse con otros fanáticos de sentir similar en una comuna o subirse a un techo. Uno no abandona el trabajo ni se va a la montaña más alta para ser el primero en recibir al Señor cuando descienda. Tampoco trata de fijar fechas de su regreso, basado en cálculos e interpretaciones pere­grinas de las «señales de los tiempos». En otras palabras, no se une a los sortílegos no bíblicos que han reaccionado con exageración acarreándose el ridículo merecido de parte de burladores siempre listos con la fruta podrida en la mano.

Lo que uno sí hace es poner en orden sus acciones y mantenerlas así. Uno vive todos los días como si fuera el último, para la gloria de Dios. Uno trabaja diligentemente en su trabajo y en su hogar, como si Cristo no fuera a venir por otros diez años. Por amor al nombre de Cristo uno esparce sal en toda oportunidad que se le presente. Uno hace que su luz alumbre y se mantiene equilibrado, gozoso y estable, día tras día esperando el retorno de Cristo. Uno continúa proclamando las buenas noticias a los que lo necesitan. Uno continúa mirando con esperanza al futuro sin dar mayor importancia a los escépticos.

Ah, y una cosa más. Si no estás absolutamente listo para irte cuando Cristo venga para arrebatar a los suyos en el aire (1 Tesalonicenses 4:17) será mejor que consigas tu boleto. Rápido. Mientras estén disponibles, son gratis. Pero no esperes. Casi en el momento en que tomes tu decisión, todo esto puede haber sucedido, y te quedarás mirando hacia arriba en lugar de hacia atrás. Y en lugar de hacer un viaje de alta velocidad al cielo para pasar la eternidad con el Salvador, te quedarás aquí, rodeado de escépticos burladores, cuyas burlas se les convertirán en llanto. Este es tu momento para arrepentirte de tus pecados y creer en Jesucristo como tu Salvador y Señor.

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