“Mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí.
Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón;
caminaron en sus propios consejos.
¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo,
si en mis caminos hubiera andado Israel!”
(Salmos 81:11-13)
Escuchar es una habilidad importante y a menudo descuidada en las relaciones humanas. Escuchar a otras personas es de valor temporal, pero oír a Dios tiene valor eterno.
Muy frecuentemente Israel no escuchó la voz de Dios, El les dijo: “Mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí. Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; caminaron en sus propios consejos. ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo, si en mis caminos hubiera andado Israel!” (Salmos 81:11-13) Mientras que en Jeremías 13:10 Dios los acusó de ‘’pueblo malo, que no quiere oír mis palabras”.
Semejante a Israel son todos aquellos que hoy rechazan la Palabra de Dios, pero un día el Señor les dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23). Jesús declaró que los tales son los que oyen sus palabras, pero no las cumplen (Mateo 7:26).
¿Hay momentos en que te parece que Dios está en total silencio? ¿Por alguna razón sientes que Dios ha dejado de hablarte? Es algo similar a lo que se experimenta al llegar a una casa, desde afuera se observan las luces encendidas y al tocar a la puerta, nada sucede. Nadie responde. No hay ninguna reacción. ¿Has orado una y otra vez, para recibir un frio silencio como respuesta? Tu experiencia no es la única.
Dios puede parecernos silencioso por momentos. No obstante, la realidad es que si le buscamos con un corazón humilde, él nos habla. Cuando aceptamos esto y elegimos creer que él no está callado, nuestros oídos escuchan su comunicación constante. Cuando te percates de que estas siendo víctima de la mentira de que Dios está callado, Dios ha hablado y continúa haciéndolo, escuchemos su voz a través de su Palabra. Vayamos inmediatamente al lugar donde sabemos que Dios habla, su Palabra: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3: 16- 17) Ante las mentiras del diablo, enfócate en la verdad divina. Luego, una vez que tus oídos se sintonizan para escuchar la voz de Dios, te darás cuenta de que él se está comunicando y en más formas de las que conocía.
Y recuerda, la mejor evidencia que le hemos escuchado es la obediencia.
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