(Mateo 6:26-30)

Con frecuencia determinamos quiénes somos y cuál es nuestro valor basándonos en cómo nos ven los demás. Nos preocupa excesivamente la imagen que proyectamos, y el ser aceptados o rechazados por otros es determinante en nuestra vida. En fin, nos autoevaluamos por la forma en que nos tratan los que nos rodean. Sin embargo, la consideración anterior, como medio de evaluación es muy pobre y equivocada, recordemos que el mundo que nos rodea está lleno de personas que como nosotros, arrastran su imperfección. Es más sabio reflexionar en quienes somos para Aquel que nos creó. ¿Qué piensa Dios de nosotros sus hijos? Esta es sin duda una buena pregunta. Reflexionemos que algunos pasajes del Nuevo Testamento que nos ayudarán a ver claramente que Dios piensa de nosotros como hijos suyos.

En Mateo 6:26 aparecen las siguientes palabras de Jesús: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” Somos valiosos para Dios; ése es el punto. En este pasaje, Jesús enseña acerca de los afanes de la vida, pero también nos muestra la maravillosa verdad que si Dios cuida y sostiene a un pajarillo cuanto más a sus hijos que valemos mucho más que una frágil ave. El continua: “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?” (Mateo 6:27-30). Valemos mucho más que la hierba, que los lirios, o que los pajarillos. Somos de infinito valor para Dios. ¡Piénsalo! Valemos tanto para Dios que envió a su Hijo a morir en por nosotros.

Es más, en Efesios 2:10 aprendemos que somos hechura de Dios: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Dios nos presta atención como individuos. No hay dos personas iguales. Él nos conoce personalmente a cada uno, y trabaja con cada uno. En Filipenses 1:6 leemos que él no ha terminado aún su obra en nosotros: “… estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” El que comenzó . . . perfeccionará. La idea es la de que completará. Él no ha terminado. Eres un proyecto no terminado del Señor viviente. ¡Piensa en eso! Así podrás lidiar mejor con tus imperfecciones. A pesar de ellas él te sigue amando. Y en vez de ir contra lo que él hace, coopera con su obra. Y recuerda la palabra clave: ¡perseverar!

 

 

 

 

 

 

 

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