“Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció?
En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.”
  (Eclesiastés 7:13-14)

Dios tiene control absoluto sobre su creación, él la supervisa en su totalidad, asegurándose de que todos sus planes se efectúen. Esto implica que en nuestras vidas van a ocurrir cosas que solo él entiende. Así que si no entiendes por qué Dios no te ha concedido tu petición o se está moviendo en dirección opuesta a lo que tú esperabas, recuerda él tiene sus razones. Y siempre son razones que aprobaríamos de todo corazón si simplemente fuéramos lo suficiente sabios.

Nos dice Salomón: “Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció?” (Eclesiastés 7: 13) Y nos dice el (v. 14) “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.”   

En la obra divina hay cosas difíciles de entender y aceptar, enfrentemos esta realidad y mientras más rápido lo hagamos nos irá mejor. Habrá ocasiones en que Dios no dirá que no a nuestras suplicas y nos mostrará otra dirección diferente a la que hemos tomado. Existirán momentos en que el sabio Dios permitirá el dolor y las aflicciones en nuestra vida. Estas experiencias describen eso “torcido” que no podemos enderezar, lo cual muchas veces es la cita de Dios. Somos sabios si aprendemos de las curvas que Dios traza en medio de las líneas rectas de la vida.

Al meditar en estas palabras de Salomón piensa en Job, un hombre bendecido por Dios con una riqueza increíble antes de perderlo todo repentinamente. Lo único que le quedó fue su esposa, y ella le dio el consejo más ofensivo que podemos imaginamos: «¡Maldice a Dios y muérete!» (Job 2:9). Job respondió: “Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.”  (v. 10).

Cuando pasan las cosas buenas, nunca preguntamos por qué Dios las permite. ¡Por lo visto pensamos que nos las merecemos! Pero cuando ocurren las cosas malas, allí es cuando hablamos de teología. Los sabios saben que Dios está en todo; que él nunca está más cerca de nosotros que en nuestra aflicción. Compadece a los que en lo torcido de la vida no logran ver la mano de Dios, aquellos que nunca han conocido la presencia consoladora de Dios en el ojo de la tormenta.

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