(Lucas 13: 1-5)
Para algunos el sufrimiento y dolor que resultan de las calamidades son un castigo de Dios por el pecado. Cuando un terremoto, huracán, tsunami o cualquier otro desastre natural se produce, aparecen “profetas del desastre” con el “monopolio del conocimiento de los designios divinos” que inmediatamente ven a Dios haciendo juicio sobre naciones e individuos en particular. Es cierto que Dios hace juicio de esta forma, lo vemos en numerosos ejemplos bíblicos. Pero no se puede obviar que en estos casos la Biblia TE DICE CLARAMENTE que fue un juicio inmediato de Dios. Y El lo hace también hoy… pero ¿cómo saberlo con seguridad en un caso particular? Es mejor ser sabio y no lanzarse a emitir juicio sobre el por qué sucedió tal cosa en tal país o con tal individuo, porque generalmente nos equivocamos. Creo que esta actitud imprudente e inmadura es una forma de quedar en mejor posición que el otro que está sufriendo por su “perversa vida”.
Es interesante que estos pensamientos se vayan reciclando a lo largo de la historia, esta mentalidad no es nueva. En una ocasión Jesús la tuvo que enfrentar: “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13: 1-5) Jesús rechazó esa teología equivocada y enseñó que todos los pecadores estamos viviendo tiempo prestado. Observen que El no intenta responder al por qué algunos sufren de esta manera y otros no. Su enseñanza aquí es que quienes perecen en tales desgracias no son peores pecadores que quienes sobreviven. Los que viven lo hacen porque, aunque merecen la muerte, Dios la retiene durante un tiempo de misericordia.
Dios emplea estas tragedias humanas para recordarnos a todos que la muerte es a menudo, una sorpresa inminente para cual debemos estar preparados. Jesús advirtió con toda claridad: “antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (v. 3b, 5b) Esta frase repetida dos veces nos presenta la calamidad inevitable que el mundo enfrenta. El juicio más severo, del cual nadie escapará si antes no se arrepiente. ¿Lo has hecho tú? Para hacerlo, debes reconocer tu condición de pecador (todos lo somos). También debes reconocer que Jesucristo es tu único Salvador.