“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espadas; mas la lengua de los sabios es medicina.”

(Proverbios 12:18)

Con nuestra lengua podemos dañar a otros o ayudarlos a sanar. Este papel con­trastante que juega la lengua es presentado elocuente­mente en Proverbios: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina.” (Proverbios 12:18) Lo que deci­mos puede llegar a cortar más profundamente a otros que cualquier cuchillo o espa­da: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada” Algunos tienen lenguas terriblemente afiladas. Dicen cosas que hieren causándoles a los demás un sufrimiento pro­fundo y prolongado. No nos sorprende que se prohíba en la lista de los Diez Mandamientos usar la lengua de manera dañina contra otros: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.” (Éxodo 20:16). Cuando Salomón escribió los Proverbios, mencionó las siete cosas que el Señor aborrece. Entre ellas, “el testigo falso que habla mentiras” (Proverbios 6:19). ¡Qué arma tan poderosa puede llegar a ser la lengua! Y esto es especial­mente cierto cuando se ataca a otros en secreto, entre bastido­res. Cuando se dicen cosas contra otras personas que no saben ni piensan en el impacto que están teniendo esas lenguas detractoras en las personas que una vez confiaron en ellas. Son estocadas que siguen y siguen. Y en ocasiones esas palabras venenosas de disfrazan con frases que sue­nan piadosas e incluso elocuentes. Pero son lesivas y dañinas. Insinúan mucho más de lo que se dice realmente. El veneno de una lengua venenosa una vez esparcido hace su letal efecto.

Pero también podemos emplear sabiamente nuestra lengua para sanar: “mas la lengua de los sabios es medicina.” El apóstol Pablo enseno a los cristianos de Éfeso: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación…” (Efesios 4: 29) En el mismo libro de Proverbios leemos: “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene.” (Proverbios 25: 11) “El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!” (Proverbios 15: 23) Una lengua que sana es aquella que instruye en las cosas que edifican, que anima y levanta a otros aun cuando en ocasiones tenga que ser correctiva hablará la verdad, pero lo hará con amor (Efesios 4: 15) La lengua del sabio puede traer grandes beneficios a los que son suficientemente humil­des para aceptar la corrección.

Recuerda que las palabras de una persona son como una avenida que conduce directamente a nuestra alma. Dicho de otra manera, lo que expresamos con nuestras palabras evidencia quienes somos en realidad, Jesús dijo: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12: 34) La lengua habla con tanta facilidad y es muy difícil de controlar. Por tanto, es sabio abandonar todo esfuerzo propio de controlarla; debemos someternos al control de Dios, teniendo presente que el problema viene de adentro.

¿Cómo estás empleando tu lengua? ¿La vas a emplear como medicina en lugar de una espada? Este sería un buen momento para detenernos y orar pidiendo a Dios que cambie nuestro corazón y así será transformada nuestra lengua en medicina.

 

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