“Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?”

(1 Corintios 4:7)

En la vida cristiana no hay alimento para el orgullo, fuimos salvos por gracia al recibir un favor que no merecíamos. Continuamos viviendo por gracia al poder relacionarnos con un Dios Santo y recibir de El todo lo que necesitamos para servirle y obedecerle.

No importa cuánto intente presumir el orgullo, “¿Por qué te glorías?”, preguntaba Pablo. En realidad, escribió: “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7) Planteó tres preguntas para confrontar el engaño del orgullo. Primera, ¿quién te distingue? “¿Por qué”, dice él, “piensas que tú estás por encima de otros creyentes en la iglesia? Estás hecho del mismo material que los demás y has sido redimido por el mismo Señor. No tienes nada de que gloriarte”. No eres mejor que otros. Ni haces siempre las cosas mejor que los demás. ¡Despierta de ese sueño de autoengaño!

En segundo lugar, pregunta: “¿o qué tienes que no hayas recibido?”  No nos damos a nosotros mismos la vida, ni el alimento, ni el cuidado ni la protección que disfrutamos de niños, ni la educación, los talentos, el país en el que naci­mos, la oportunidad de ganarnos la vida, el nivel de inteligencia que tenemos, ni ninguna otra cosa. No importa con cuanta diligencia estudiemos en la escue­la, trabajemos en nuestro negocio o profesión, no tendríamos nada excepto lo que el Señor y muchos otros, mediante su mano providencial, nos han dado.

Los cristianos hemos recibido aún más. Tenemos la salvación, la presencia de Dios con nosotros, su Palabra, sus dones espirituales, sus otras innumerables bendiciones, por todo lo cual no hemos hecho nada y nada podemos hacer. Todos estos son dones de la gracia de Dios. No tenemos nada bueno que no “[hayamos] recibido” (Santiago 1:17; 1 Crónicas 29:11- 16). ¿De qué podemos gloriarnos?

La tercera pregunta, “¿por qué te glorias como si no lo hubieras recibido?” En otras palabras, si los corintios poseían solo lo que alguien les había dado, ¿por qué estaban jactándose como si ellos mismos hubieran creado las cosas, o las hubieran ganado? Pero Pablo no iba a permitir que los corintios siguieran engañándose, esto los puso en la perspectiva adecuada. Los despojó de cualquier pretexto y demolió todas sus defensas. Los amaba dema­siado como para permitir que Satanás los extraviara. Por cierto, Dios hará lo mismo con nosotros si decidimos mantener nuestro ego inflado. Dios puede usar cualquier alfiler humillante para hacerlo explotar. Y créeme, no nos va a gustar.

Estemos alertas, todavía continúa nuestra lucha contra el orgullo, no caigamos en su engaño.

Comparta!