Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos,

vivamos en este siglo sobria, justa y pia­dosamente,

aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa

de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”

(Tito 2:12-13).

 

Nuestra bendita esperanza es el regreso de nuestro Señor y Salvador, Jesu­cristo. Pablo escribió: “Me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8).

Y descansando en esta esperanza, somos instruidos a “que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y pia­dosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12-13).

Pablo asegura que nada en este mundo puede compararse “con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Anticipamos el día en que “todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” y que nuestros cuerpos corruptibles y mortales se vestirán de incorrupción e inmoralidad (1 Corintios 15:51-53), en que la muerte será sorbida “en victoria” (v. 54), y en que “los santos [juzgaremos] al mundo” (6:2). Anticipamos el día en que le veremos exactamente como Él es y seremos semejantes a Él (1 Juan. 3:2).

Nuestro Señor regresará, este será un evento tan real e histórico como su primera venida. Podemos mirar hacia atrás al momento cuando nuestras almas fueron redimidas. Podemos mirar hacia adelante al regreso de Cristo, cuando nuestros cuerpos serán redimidos y entra­rán a la plenitud prometida de la salvación. En ese día Satanás será derrotado, la maldición levantada, Cristo adorado, la creación liberada y restaurada, el pecado conquistado, la muerte vencida, y los santos glorificados.

Todo se trata de Cristo, conocerle y estar en El. Él es la razón para esta gloriosa esperanza que alimenta nuestras almas. Por ella tenemos gozo hoy, sin importar lo difícil de lo que estemos viviendo. Por ella enfrentaremos el futuro en victoria.

 ¿Es Cristo tu Salvador y Señor? Te lo pregunto con otras palabras: ¿Crees que Cristo murió por ti?

 

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