“Aguardando la esperanza bienaventurada
y la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”
(Tito 2: 13)
Vivimos con “la esperanza bienaventurada” de “la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13) y no resultará en vano. Jesús, quien ascendió al cielo, volverá otra vez (Hechos 1:11) para rescatar a su pueblo de la ira eterna de Dios contra el pecado (1 Tesalonicenses 1:10), para juzgar a los malvados (2 Tesalonicenses 1:7–9), y recibir gloria (v. 10).
A la luz de esta gloriosa esperanza ¿cómo debemos responder los hijos de Dios al seguro regreso de Jesucristo?
En primer lugar, debemos amarlo. Pablo identificó a los cristianos como “todos los que aman [la] venida [de Cristo]” (2 Timoteo 4:8).
En segundo lugar, debemos estar listos para el regreso de Cristo, ya que su primera fase, el arrebatamiento, es un acontecimiento sin anuncio alguno que podría ocurrir en cualquier momento. Jesús advirtió: “Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá” (Lucas 12:40). Marcos concluye su relato del discurso del Monte de los Olivos con esta advertencia del Señor: “Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (Marcos 13: 33–37).
Por último, debemos vivir en santidad. Pedro exhortó a sus lectores: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 Pedro 3:14). Pablo aconsejó de igual manera: “La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:12–14).
He aquí la gran promesa para los que respondamos de estas tres formas a su pronto regreso, que “cuando [Cristo] se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2:28).
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