“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” (Santiago 1: 2- 4)
Cuando tenemos pruebas el gozo no es precisamente nuestra respuesta natural a ellas, más bien la tristeza y la preocupación. No obstante, los cristianos tenemos este mandato divino a través de Santiago: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” (Santiago 1: 2- 4)
El llamado no es a expresar una alegría superficial mediante una sonrisa de payaso, no. En las palabras de Santiago, debemos tener “sumo gozo” en medio de las adversidades, esto se refiere a una excepcional plenitud de gozo, algo que solo viene de Dios mismo.
Dios no nos está pidiendo que asumamos una actitud hipócrita, de pura apariencia, sino a estar realmente gozosos. Aquí el factor clave es la voluntad obediente y no los sentimientos. Es claro que cuando las cosas se ponen difíciles, los sentimientos no se inclinan a la alegría. En cambio, la obediencia se alimenta de lo que conoce, por eso escribió Santiago: “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” En otras palabras, debemos saber que hay un propósito en lo que estamos enfrentados. Podemos mantenernos gozosos, positivos, incluso tranquilos en medio de las pruebas sabiendo que Dios tiene un sabio proyecto con nuestras pruebas. La prueba produce paciencia, cuando sabemos que Dios no nos ha abandonado si no que obra a favor nuestro al permitirnos madurar y crecer. En las pruebas lo que sabemos es la clave.
La paciencia se produce cuando aprendemos a esperar en Dios y solo en El. Este fue el testimonio de David: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” (Salmo 40: 1- 2) Uno espera en Dios cuando descansa en quien es él y lo que nos ha prometido. Dios fue fiel con David, también lo será con nosotros.
Hay un blanco hacia el que apuntan las pruebas: “para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Al convivir con las pruebas obtenemos paciencia y nos convertimos en personas maduras. El dolor provocado por decepciones, las perdidas, los fracasos, los accidentes y las enfermedades son parte del dificultoso y largo camino a la madurez.
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