Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere,

¿con qué será salada? No sirve más para nada,

sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

Vosotros sois la luz del mundo; 

una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 

Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,

sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,

para que vean vuestras buenas obras,

y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”

(Mateo 5:13-16)

Rip Van Winkle, un personaje de un breve cuento norteamericano de Washington Irving, se durmió durante veinte años y despertó en un mundo muy cambiado. Si se despertara hoy, le ocurriría algo mucho más evidente al convertirse en testigo de lo que nuestra cultura acepta como norma a diferencia de cuando se quedó dormido.

De manera lenta pero segura, nuestro mundo está pu­driéndose por dentro. No se trata sólo de que la civilización está en proceso de decadencia, sino también la moral. Jesús nos ofrece la única estrategia que puede contrarrestar al sistema mundano y su escandalosa corrupción: 

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:13-16)

Si queremos producir un profundo impacto en este sistema mundano, debemos diferentes de él y no iguales a él. Esto fue simplemente lo que dijo Jesús “Vosotros sois la sal de la tierra…. Vosotros sois la luz del mundo”. No sólo sal para el vecindario o la ciudad donde vivimos. ¡Somos sal y luz para el mundo entero!  Él no dice: “Vosotros podéis ser la sal” o “Deberíais ser la luz”. Dice: “Vosotros sois”. Hermano, tú y yo ya lo somos. Observemos bien nuestra responsabilidad: ¡que sazonemos con la sal! ¡que iluminemos con la luz! Puede parecer algo simple, además corremos el riesgo de ser etiquetados como legalistas y fanáticos por otros que se saben de memoria estas palabras de Jesús. No obstante, nunca han calado en lo profundo de sus almas. Pero esta la estrategia de Dios para con­traatacar al mundo que está en el regazo del maligno. A pesar de su sencillez, no hay otra. Cualquier otro sustituto barato, simplemente no funcionará.

 

 

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