“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.”

(Salmo 15: 1-2)

Ser integro es no tener secciones secretas o dobles vidas. Lo que la gente ve es lo que somos, sin importar el lugar donde estamos. También se ha definido la integridad de esta manera: “Integridad es lo que hacemos cuando nadie nos está mirando”

La reputación es lo que otras personas piensan que somos. Nuestra integridad es lo que realmente somos.

Solemos preocuparnos más por nuestra reputación que por nuestra integridad. Por tal razón cuidamos mucho la imagen que proyectamos, a causa de que eso es lo que la gente mira; pero con Dios es diferente, Él le dijo al profeta Samuel estas palabras: “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16: 7)

David inicia salmo 25 con una pregunta de sondeo, hecha a manera de metáfora: “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.” (Salmo 15: 1) Esas referencias sobre el “tabernáculo” y el “monte santo” son símbolos de la presencia de Dios, expresiones descriptivas de una comunión íntima. David preguntaba: “¿Qué clase de persona se necesita ser para poder mantener y disfrutar una comunión íntima contigo, Señor?”. La respuesta de David describe varias facetas de esa joya que llamamos integridad: “El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.” (Salmo 15: 2) A Dios le interesa nuestra integridad, no nuestra reputación. La auténtica reputación es consecuencia de una vida íntegra.

Despojémonos de toda máscara y duplicidad. Seamos auténticos. Permitamos que el Espíritu Santo nos transforme. Entonces seremos íntegros y nos acompañará una reputación genuina.

Comparta!