“Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte.” (Filipenses 1: 19-20)
Nuestra reacción humana al futuro es de temor, lo desconocido nos produce pánico. Solo la fe en Jesucristo, con la esperanza que produce en nosotros, puede ayudarnos a enfrentarlo.
Estas son las palabras de un hombre ante la incertidumbre de su futuro: “Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte.” (Filipenses 1: 19-20) Pablo estaba esperanzado, sin estancarse en los dilemas que enfrentaba. Su tranquila confianza se deja ver en estas frases “esto resultará” y “mi anhelo y esperanza”. El descansaba en que las cosas resultarían justamente como Dios las había planeado, sus experiencias presentes con todo su dolor e incomodidad no eran el fin del camino, al final sería “magnificado Cristo en mi cuerpo”. Esto es esperanza llena de confianza.
En su carta a los Romanos, también el apóstol escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8: 18) El presente puede distraernos y paralizarnos, y muchas veces sin percatarnos nos vamos convirtiendo en personas resentidas. Necesitamos mirar al futuro sin miedo. En especial a la maravillosa esperanza que nos aguarda. El apóstol Pablo estaba seguro de que cualquier realidad presente por dura y difícil que fuera no era comparable con el glorioso futuro que le estaba reservado. Que esa misma verdad alimente nuestras almas siempre.
Lee esto de manera personal. No temas ante el futuro desconocido, no te sumerjas en la autocompasión y la amargura por tus experiencias presentes, recuerda que son temporales y Dios está trabajando aun en ellas. El final será como tu Soberano Señor planificó desde el principio, tal vez no sea lo que tú quieres, pero siempre será lo mejor para ti.
 

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