“Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.” (Génesis 25: 31- 34)

Es muy fácil vivir reaccionando a nuestros impulsos, tomando decisiones necias como si el momento que vivimos fuera lo único que importara. Esa fue la misma experiencia de Esaú: “Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.” (Génesis 25: 31- 34) Aquí el conflicto es muy básico, un apetito físico temporal luchando contra una bendición familiar permanente. Tristemente Esaú pensó con su estómago. Nosotros hacemos lo mismo todos los días cuando nos dejamos llevar por el síndrome de la gratificación instantánea.

Nuestra esperanza cristiana mira al futuro impactando poderosamente nuestro presente. La luz divina ilumina nuestra perspectiva y comenzamos a ver las cosas de una manera diferente. Por primera vez deseamos sacrificar lo pre­sente en el altar del futuro. Aunque va en contra de nuestra naturaleza humana, estamos dispuestos a despojarnos de la gloria presente, de la comodidad y la satisfacción del mundo actual con miras a disfrutar la gloria futura que tenemos en Cristo.

Seamos sabios, vivamos con una perspectiva a largo plazo, tomemos decisiones que honren a Dios y nos impulsen adelante en el tiempo. Sacrifiquemos nuestros propios intereses impulsados por el ego para experimentar la perfecta sincronización con el reloj de Dios. En lugar de exigir lo que queremos ahora, a menudo es mucho mejor esperar: “Mejor es el… que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad. “ (Proverbios 16: 32)

El autocontrol suele abrir las puertas a las bendiciones más duraderas y significativas. A diferencia de la actitud de “disfrute ahora y pague después” que se impone en el mundo, el cristiano está dispuesto a pagar ahora y disfrutar después. ¿Por qué estamos dispuestos a hacer tales sacrificios? Por la esperanza que nos llegó con el evangelio, esa que se basa en la fe de que el futuro traerá cosas mejores que las presentes. Tal como Pablo escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8:18). Guardémonos de ese peligroso síndrome de la gratificación instantánea.

 

 

 

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