“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies.
Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome:
No temas; yo soy el primero y el último;
y el que vivo, y estuve muerto;
mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.
Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”
(Apocalipsis 1: 17- 18)
Un temor frío y brutal se apodera de los corazones de los seres humanos en cualquier lugar debido a las condiciones caóticas en que se encuentra el mundo de hoy. Condiciones que provocan y alimentan todo tipo de miedos. Temor al terrorismo. Temor a las bombas nucleares que pueden cruzar los océanos. Temor a los constantes actos violentos con armas de fuego cometidos por seres sin respeto por la vida humana. Temor a virus letales. Temor a los terremotos, los volcanes, los incendios. En fin, la lista podría ser más larga. Realmente los que no conocen a Cristo tienen todo el derecho de sentir temor, de caer en la desesperación del pánico. Pero este no es el caso de los hijos de Dios: «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.» (2 Timoteo 1:7).
Nuestro Señor pone su mano derecha sobre Juan y le dice: «No temas». De igual manera al dar la Gran Comisión dijo: «y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20). La sanidad para el temor natural del ser humano es la presencia del mismo Jesucristo. En Apocalipsis 1: 17- 18 Jesús nos deja cuatro razones para no temer:
1. «Yo soy el Primero y el Último» nos habla de la eternidad de Cristo. Él es antes que todas las cosas, y cuando todas las cosas hayan pasado, seguirá teniendo el control.
2. «El que Vivo, y estuve muerto» nos habla de la muerte sacrificial de Cristo por nuestros pecados y de su resurrección. Adoramos al Cristo que murió por nosotros, resucitó y está vivo.
3. «Mas he aquí que Vivo por los siglos de los siglos» Las Escrituras nos dice que Cristo «padeció una sola vez por los pecados» (1 Pedro 3:18). No volverá a morir. No cambiará su estado. ¡Será por siempre! La decisión de aceptar o rechazar a Jesús es una decisión con implicaciones eternas. Así como puede salvar para siempre también puede condenar para siempre a aquellos que lo rechazan.
4. «Y tengo las llaves de la muerte y del hades.» Indiscutiblemente, estas llaves las obtuvo con su propia sangre, como nos dice Hebreos 2: 14-15: «Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.» El cristiano no tiene por qué temer a la muerte o al infierno. La morada invisible de los incrédulos que mueren es el Hades, muchas veces llamado «infierno». Luego del juicio del gran trono blanco en Apocalipsis 20, la muerte y el infierno serán «lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.» (20:14). Todos los que están fuera de Cristo tienen toda la razón del mundo para temer a este acontecimiento. Sin embargo, los hijos de Dios nunca debieran temer a la muerte, al infierno o al lago de fuego. ¿Por qué? Porque Cristo, nuestro Salvador, tiene las llaves de la muerte y del Hades, y una llave es símbolo de poder y liberación.
Mira cada acontecimiento amenazador como una oportunidad para desarrollar tu fe, en vez de huir. Si conoces a Dios de manera personal, no estás solo, nunca lo estarás. Él es consistentemente fiel, cuando creas que no lo necesitas, él está; cuando desesperadamente lo busques, él está. Él siempre está. Cuando las piernas te comiencen a temblar, recuerda estas cuatro poderosas razones para no temer.
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