“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.” (Lucas 21:34)

Una expectativa vigilante del regreso del Señor despierta el temor que lleva a la santidad, ya que nos motiva a separarnos de la mundanalidad y del pecado. Nos dice el Señor Jesucristo: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.” (Lucas 21:34–35) Si escogemos vivir esperando por el regreso de nuestro Señor no permitiremos que nuestros corazones se carguen de glotonería, embriaguez y de los afanes de esta vida, y que por tanto venga de repente sobre nosotros aquel día. Bareō (carguen) significa “estar sobrecargado, atribulado o vencido”. En otras palabras, aquellos que esperamos por el regreso del Señor no permitiremos que la innecesaria carga del pecado nos enrede perdiendo el rumbo. Jesús menciona tres ejemplos de esas cargas pecaminosas:

Embriaguez y glotonería. La embriaguez conduce a la glotonería, abriendo la puerta a la posibilidad de libertinaje de todo tipo. La embriaguez y la deshonrosa conducta que la acompaña ha sido un problema a lo largo de la historia. Después del diluvio, Noé “se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda” (Genesis 9:21). Nabal, cuyo nombre significa “insensato”, hizo honor a su nombre (1 Samuel 25:25) al emborracharse en una fiesta después de despreciar y expulsar a los mensajeros de David (v. 36). De manera escandalosa, algunos de los corintios se emborrachaban de verdad en la Cena del Señor (1 Corintios 11:21). A aquellos cristianos que les encanta justificar y exhibir su “libertad” para consumir alcohol, les dijo: “Tengan mucho cuidado, el uso del alcohol se puede convertir fácilmente en abuso y borrachera”

Los afanes de esta vida son los problemas, las luchas, las tentaciones, y las preocupaciones propias de vivir en este mundo caído. En la parábola del sembrador, Jesús describió a quienes están consumidos con los afanes como “los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Marcos 4:18–19).

La verdad de que los cristianos debemos vivir vidas santas a la luz del inminente regreso de Cristo se enfatiza en el Nuevo Testamento: (Romanos 13:11–14) Juan escribió: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Juan 2:28). Más tarde en esa misma epístola añadió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (3:2–3).

Vivir en la esperanza del arrebatamiento y de la segunda venida produce vigilancia y separación del pecado, y evita el pecado que lleva a la vergüenza ahora y a la pérdida de recompensa eterna más tarde (2 Juan 8).

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