“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14: 1-3)
En este mundo caído y maldito por el pecado, con nuestra existencia envuelta en dificultades y aflicciones, tenemos una gloriosa esperanza en las palabras de nuestro Señor Jesucristo que nos prometió: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14: 1-3) Las frases “la casa de mi Padre” y “donde yo estoy” se refieren claramente al cielo (Juan 7:34). Jesús prometió llevar a los cristianos de vuelta al cielo con Él cuando regrese para reunir a su pueblo. Ahora, quiero que presten especial atención al hecho de que Jesús dice que hay solo una casa “en la casa de mi Padre”, pero en esa casa hay muchas moradas. Es la casa del Padre. Todos nosotros sus hijos, viviremos en la casa del Padre porque somos uno con El y miembros de la misma familia. ¿No es eso algo maravilloso?
El fue a preparar lugar para nosotros en la casa de su Padre y vendrá otra vez. El regresará personalmente por su pueblo y nos llevará junto a Él. Por tal razón el apóstol Pablo llamo al regreso de Cristo “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13). El “Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3) otorga a todos sus hijos el gran consuelo alentador de saber que Cristo regresará por ellos un día. En ese acontecimiento monumental, resucitarán los muertos en Cristo, se unirán con los santos vivos para experimentar la transformación completa en cuerpo y alma, y estarán por siempre con Dios. He aquí el motivo por el que también Pablo, hablando del arrebatamiento, pudo escribir a la iglesia de Tesalónica: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Tesalonicenses 4:18)
Por favor reflexiona en esto. Un día le veremos cara a cara. ¡Y en ese bendito día nos reuniremos con El en su gloria celestial para nunca más separarnos!
Cuando sientas que te abruman las cargas y que es insoportable tu dolor, recuerda que El Señor puede venir por ti en cualquier momento y llevarte a la casa del Padre. Podemos creerle, Él nos asegura: “Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho.”
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