(Salmo 116: 3-9)
¿Tienes alguna trágica circunstancia rodeando tu vida? ¿Vives alguna experiencia aterradora y dolorosa que te hace sentir próximo a la muerte? En ocasiones, el dolor y el sufrimiento son tan intensos que la muerte parece inminente. El salmista se sintió así:
“Me rodearon ligaduras de muerte,
me encontraron las angustias del Seol;
angustia y dolor había yo hallado.”
(Salmo 116: 3)
Estas palabras expresan una agonía y una desesperación que sacuden lo más profundo de su existencia llevándole a tomar una gran decisión:
“Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo:
Oh Jehová, libra ahora mi alma.”
(Salmo 116: 4)
El clama a Dios con la misma fuerza que lo haría un hombre que va cayendo de un precipicio. Y nuestro maravilloso Señor interviene liberándolo, ofreciéndole su oportuno rescate:
“Clemente es Jehová, y justo;
sí, misericordioso es nuestro Dios.
Jehová guarda a los sencillos;
estaba yo postrado, y me salvó.”
(Salmo 116: 5-6)
El estaba sin fuerzas, deprimido, enfermo, conmocionado por el dolor, y Dios no lo abandonó, permaneció a su lado. Considera este testimonio si hoy te encuentras al borde del abismo o ya has comenzado a caer. ¡Aún hay esperanza!
Dios no huye cuando las cosas se ponen difíciles. Puedes clamar y El vendrá en tu rescate. Entonces podrás repetir con el salmista:
“Pues tú has librado mi alma de la muerte,
mis ojos de lágrimas,
y mis pies de resbalar.”
(Salmo 116: 8)
Y seguramente motivado por la inmensa gratitud al Señor, harás la misma resolución que hizo el salmista:
“Andaré delante de Jehová
en la tierra de los vivientes.”
(Salmo 116:9)
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