“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11: 33- 36)

Nuestro Soberano Dios ve el final desde el comienzo. Nadie se le iguala ni en la tierra ni en cielo. Jamás teme, todo lo sabe y no tiene necesidades. Siempre tiene un plan, no improvisa y nunca se equivoca. Nuestro Dios es invencible, inmutable, infinito y autosuficiente. Sus juicios son inescrutables y sus caminos insondables: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11: 33).

Este fue el principio de una gran doxología. El apóstol Pablo, bajo la guía del Espíritu Santo, exalta a Dios Padre por su infinita sabiduría y conocimiento. Cuando Dios hace sus decisiones o «juicios», estos son incomprensibles, porque nosotros vivimos en una esfera finita y Él en una infinita. Vivimos ahora en lo temporal, pero El vive en la perenne eternidad. Por consi­guiente, sus decisiones y sus juicios son «insondables.» Y aún más, sus caminos, que son perfectos, son «inescrutables.» No podemos comprenderlos a profundidad, pero si podemos y debemos aceptarlos. Y para eso necesitamos humildad.

Y aun si no podemos entender to­talmente el porqué de las cosas, Dios lo sabe. Aun cuando no po­damos explicar las razones, Él entiende. Y cuando no podemos ver el final, Él está allí: “Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11.34-36) Dios es único.

Nos llena de una inmensa paz leer estas palabras: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”  (Romanos 8.28) Dios dice «todas las cosas». Sé que hay momentos en que no comprendemos de qué manera el mal pueda ser usado para traer bien. Pero si su Palabra dice «todas las cosas», eso es exactamente lo que significa. El tiene un maravilloso plan para el bien de sus hijos. Y «todas las cosas» son para su gloria eterna. «A él sea la glo­ria por los siglos.» 

Conocer y creer esto, puede que no nos quite nuestras preguntas, pero si nos brinda una inmensa paz y nos libra de toda ansiedad. Cuando descansamos en estas verdades, nos liberan de todas nuestras preocupaciones y angustias.

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