“Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”
(Isaías 40: 31)
Esperar en Dios es descansar en El en lugar de preocuparse. Es el intercambio de nuestra fragilidad humana por la fortaleza divina. En el libro del profeta Isaías encontramos esta maravillosa promesa: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” (Isaías 40: 31) Aquí no se habla de simplemente esperar, la promesa es para “los que esperan a Jehová”.
Los que esperan (los que cambian su debilidad por la fortaleza de él) en Jehová tendrán nuevas fuerzas. Pero recuerda que la clave para obtener la fuerza del Señor es esperar.
Pero hay más para los que esperan a Jehová: “…levantarán alas como las águilas” El significado hebreo de la primera declaración es: “Les brota­rán alas como águilas”. ¿No es eso interesante? Imagina a un águila que se remonta, piensa en su libertad y en su fuerza. Piensa en el carácter sólido de su vuelo. ¿No sería magnífico poder volar? Los que esperan en el Señor, de algún modo tienen esa opción delante de ellos. Hay libertad de las presio­nes de la vida para el vuelo. Y esta libertad estará acompañada por una paz interna.
Luego, Isaías promete que los que esperan correrán y no se can­sarán. Ya no arrastraremos un ancla. En esta carrera espiritual nos espera la levedad, la ligereza de pies.
Por último, agrega Isaías que caminare­mos y no nos fatigaremos. ¿Por qué? Porque estamos esperando: no estamos marchando con nuestra propia fuerza. Marchamos con la fuerza de él, y Dios nunca se cansa.
Cuando cambiamos nuestra debilidad por su fuerza, podemos remontarnos con libertad y caminar con un corazón liviano. Entonces será en nosotros una realidad la oración de Pablo por los cristianos de Éfeso: “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3: 16) 

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