“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.”
(1 Pedro 1: 18-20)
Una vida sin Cristo es una vida vacía. Podemos vivir agradecidos de que hemos sido rescatados de semejante condición: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.” (1 Pedro 1: 18-20)
“El Calvario fue la necesaria ejecución en el tiempo de lo que el corazón de Dios albergaba en la eternidad “- Lewis Sperry Chafer.
Dios tomó la iniciativa de nuestra salvación y por amor la manifestó a nosotros en Jesucristo. Sin Él, hoy seguiríamos sin rumbo, como una endeble embarcación golpeada por las impetuosas olas en el océano del mundo.
Cristo nos liberó de la esclavitud de “una vana manera de vivir”. De una manera de vivir vacía y sin verdadero sentido, que promete satisfacción, felicidad y contentamiento, pero cuyo resultado es lo opuesto. Éramos esclavos de los impulsos de nuestra naturaleza pecaminosa, no teníamos esperanza de ayudarnos a nosotros mismos. La única manera para librarnos de esa servidumbre era que alguien nos redimiera. Ese rescate lo pagó Cristo, no con oro ni plata, sino con su sangre preciosa. Al hacer esto, rompió las cadenas que nos ataban a este mundo. Ahora somos libres en Cristo.
Solo Jesucristo puede dar sentido y propósito a tu vida. Solo Él puede llenar tu vacía existencia.
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